No digas nada

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“Say nothing”, en castellano “no digas nada”, es un relato periodístico cautivador de la guerra civil en Irlanda del Norte que los británicos llaman eufemísticamente “disturbios” (troubles). La investigación de Patrick Radden Keefe [1] se concentra en el asesinato de Jean MacConville, una viuda pobre, madre de diez niños pequeños. No se sabe exactamente cuál fue la culpa de esta joven mujer secuestrada y matada por le IRA, el Ejército Republicano Irlandés, un grupo paramilitar que promueve la unificación de la isla y que aterrorizó al Reino Unido en el siglo pasado.

A medida que se desarrolla la investigación, descubrimos personalidades que desempeñaron un papel crucial en el IRA, incluidos Gerry Adams, Brendan Hughes y Dolores Price (Dolours Price). Aunque Dolores Price y su hermana Marian fueron apodadas por la prensa británica “las mujeres que ponen bombas”, sentimos cierta simpatía por Dolores Price, quien más tarde se casará con el famoso actor británico Stephen Rea. De joven estudiante, estaba a favor de un tramite intercomunitario pacífico, pero frente a la discriminación, a los discursos de odio de los protestantes y a la violencia contra los católicos, se radicalizó. En los años ochenta, ella terminó abandonando el grupo terrorista, pero se opuso a los esfuerzos de paz iniciados por Gerry Adams porque los sacrificios realizados por la causa republicana pesaban demasiado para limitarse a une compromiso que no conduciría a la reunificación de la isla.

Marian y Dolores Price

Gerry Adams, líder del partido político republicano panirlandés Sinn Fein hasta 2018 y exjefe del IRA [2] sigue siendo una figura maquiavélica, pero también un personaje pragmático y racional. Solo podemos tener cierta admiración por este hombre que supo poner fin a la violencia y que consiguió poner fin a las numerosas formas de discriminación que sufrían los católicos en el norte de Irlanda.

Nelson Mandela y Gerry Adams

Al leer este libro, no damos cuenta del grado de violencia de los años sesenta, setenta y ochenta en la provincia. Estamos estupefactos al mismo tiempo por el sectarismo de la sociedad norirlandesa, por las flagrantes injusticias hacia los católicos y por los métodos ilegales empleados por los organismos institucionales británicos. Nos enteramos de que la RUC (policía del Ulster) y el Ejército británico se conchabaron con ciertos grupos paramilitares legitimistas, recurrieron a asesinatos políticos y a tortura. Finalmente, los británicos, maestros en el arte del espionaje, se infiltraron en todos los grupos paramilitares, incluso al más alto nivel. No vacilaron en sacrificar vidas para mantener su red de espías y consideraron los asesinatos colaterales como un aspecto secundario frente al desafío estratégico polito-militar.

La paz todavía sigue frágil en Irlanda del Norte porque los grupos paramilitares no han desaparecido, al contrario, siguen operando en células durmientes. Muchos periodistas concluyen que el sectarismo en los barrios de Belfast ha empeorado desde el Acuerdo de Viernes Santo (acuerdo de paz firmado el 10 de abril de 1998). A esto se suman el Brexit y la imprudencia o la irresponsabilidad política de Boris Johnson et de los conservadores euroescépticos que están agravando la tensión en el Ulster. Si el protocolo de Irlanda del Norte firmado entre la Unión Europea y el Reino Unido – que permite a la provincia británica permanecer en el mercado único y en la unión aduanera garantizando la libre circulación entre las dos Irlanda – fuera revocado por Londres, la paz civil se vería amenazada. Las ambiciones personales de un político inglés podrían reavivar las hostilidades entre las dos comunidades.

Parece que la gran mayoría de la población de Irlanda del Norte, de la cual los católicos de ahora constituyen la mitad, está paradójicamente a favor tanto del mercado único como la permanencia de la provincia en el Reino Unido, y aunque la República de Irlanda se haya vuelto mucho más rica y dinámica que la provincia del norte, Dublín no podría pagar las sumas abismales de dinero que paga Londres cada año para subvencionar la economía norte-irlandesa: más de 12 mil millones de euros cada año).

[1] Patrick Radden Keefe publica numerosos artículos para la prestigiosa revista The New Yorker y también por el diario New York Times.

[2] Aunque Adams siga negando ese hecho.

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