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Autor: Pierre Scordia

Ante esta brutal agresión por parte de un llamado país civilizado a una nación pacífica y democrática en la que se ha convertido Ucrania, debemos preguntarnos sobre las amenazas que los regímenes autoritarios representan para nuestras democracias.

Ucrania es un país que conozco bien y al que tengo afecto y debo decir que estas últimas noches no he podido conciliar el sueño. Tal ha sido mi conmoción ante el anuncio de la invasión rusa. Como historiador, las imágenes me recuerdan al blitzkrieg, la guerra relámpago, el ataque sorpresa a Polonia por parte de los nazis. Durante más de un mes, frente a la prensa, los rusos calificaron de histéricos a los estadounidenses, ya que Rusia no tenía intención de invadir el país.

Sin embargo, el episodio anterior, la anexión de Crimea debería habernos alertado. Todos los signos de los excesos de un nacionalismo ruso estaban presentes.  Desafortunadamente, los occidentales prefirieron condenar sin sancionar realmente, pensando que Putin seguiría siendo un hombre racional. Hay que decir que el terrorismo islámico, que de una forma u otra nos ha impactado a todos, se ha convertido en el enemigo número uno; es más, algunos incluso vieron en la brutal intervención de Rusia en Siria un aliado protector de la civilización judeocristiana [1] y esto, a pesar de las numerosas advertencias de ciertos intelectuales sobre la verdadera naturaleza del régimen de Putin como el historiador estadounidense Timothy Snyder y el ruso disidente Garry Kasparov.

Después de la conmoción viene la ira: ¿Cómo podemos ponerla al servicio de la lucha por una Ucrania libre? No tendría sentido hablar de paz mientras Putin esté en el poder. ¿Su cinismo y su extremismo nos están llevando a un punto sin retorno?

El domingo 27 de febrero recibí el mensaje de un amigo ucraniano diciendo lo siguiente:

“Hi Pierre! Thanks for your support! I’m with my parents in my village ready to fight for my Ukraine! For my land! Tell all the world about it! Thanks my dear friend! God with us! [2]

Este ucraniano, totalmente trilingüe ucraniano-ruso-inglés es un patriota, cristiano, casado con una mujer de confesión judía, padre de tres hijos, nada de nazi, como intenta hacernos creer la propaganda rusa.

El principal culpable de esta guerra contra Ucrania es Vladimir Putin, de eso no hay duda. Sin embargo, los ciudadanos rusos también lo son por su apoyo, su fatalismo, su inacción y cierta amnesia colectiva frente a la historia. Por un lado, jubilados y funcionarios –traumatizados por la desintegración de la URSS y especialmente por el caos económico de los 90- están en busca de la grandeza nacional y han convertido en autócrata a este ex agente de la KGB.

Beben frente a su puesto de imágenes imperiales del amo del Kremlin. Compran todo lo que les dice la propaganda oficial sin tener la menor curiosidad por conocer la versión de los medios independientes en Internet. Saben que hay una guerra en Ucrania pero prefieren la narrativa oficial. También se señala a los oligarcas corruptos y tecnócratas ávidos de enriquecimiento personal. Y finalmente, está la Iglesia Ortodoxa Rusa que promueve el nacionalismo ruso paneslavo: una nación, un idioma, una religión. El Patriarca de Moscú tiene un solo deseo: acabar con la Iglesia Ortodoxa de Kiev. Este usurpador del mensaje de Cristo suscita el nacionalismo agresivo de Putin. Su iglesia es tan criminal como el gobierno de Moscú.

Estamos pagando cara la irrazonable política de la ex Canciller alemana, que ha impuesto una terrible política de austeridad al resto de Europa, exigiendo con ello recortes en los presupuestos de sus socios europeos, la reducción del gasto militar, salvo si se trataba de la venta de submarinos alemanes a Grecia. Además, siguió una política de dependencia energética rusa, negándose a sacrificar el gasoducto Nord Stream 2. a pesar de la guerra de Georgia en 2008, la anexión de Crimea en 2014 y la guerra instrumentalizada por Rusia en el Donbass durante los últimos ocho años. ¡Ha demostrado un egoísmo económico increíble!

Mantener el diálogo con Putin era su mantra y éste es el consejo que le habría dado a Emmanuel Macron antes de su retiro de la política [3].

También hay propaganda rusa en Occidente que difunde muchas mentiras en Europa: que Ucrania era un país artificial, dividido entre ucranianos y rusohablantes, en Occidente los ultranacionalistas ucranianos etiquetados como nazis, en el Este los rusohablantes discriminados, mentiras repetidas en los canales Russia Today y Sputnik y por ambiciosos y desvergonzados gorrones mediáticos. ¡Tontos útiles! Figuras politicas con intereses en el nebuloso mundo de los asuntos rusos como el excanciller alemán Schroeder, el exprimer ministro Fillon, Berlusconi, Fernandez de Kirchner y Le Pen. ¡Qué vergüenza!

Ante esta brutal agresión por parte de un llamado país civilizado a una nación pacífica y democrática en la que se ha convertido Ucrania, debemos preguntarnos sobre las amenazas que los regímenes autoritarios representan para nuestras democracias.

La primera victoria que me consuela es la de la comunicación ganada por Ucrania. Querer erradicar a sus hermanos eslavos sería una locura suicida. La OTAN en estado de muerte cerebral según Emmanuel Macron parece haber salido del coma.

Y los millones de refugiados en la Unión Europea serán aún más europeístas y atlantistas.

¡Pueblo ruso, sublevaos! ¡Putin es mortal como todos!

Traducido del francés por Claudio Sales Palmero. Lea en francés


[1] Sin embargo, Putin permitió que Kadyrov estableciera una república rusa islámica en Chechenia, al igual que permitió que los armenios ortodoxos fueran expulsados de gran parte de Nagorno Karabaj.

[2] Traducción: ¡Hola Pierre! ¡Gracias por tu apoyo! ¡Estoy con mis padres en mi peblo listo para luchar para defender mi Ucrania, mi tierra! ¡Díselo al resto del mundo! ¡Gracias querido amigo! Dios está con nosotros!

[3] No se puede acusar al presidente Macron de no haber hecho todo lo posible por preservar la paz.


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