El vértigo burocrático canadiense

 

Autor: Pedro Doré

A menudo se caracteriza a Francia, y quizás con razón, como el país de la burocracia rígida y pesada que desmoraliza incluso a los que ya están acostumbrados. Sin embargo, Canadá es percibido como un lugar donde reina un pragmatismo y una modernidad que hacen la vida fácil y agradable. 

No obstante, en ese gran país ejemplar que consigue cada año adaptarse con éxito a los desafíos que supone la mundialización, hay una provincia que parece resistirse: Quebec, tierra francófona de America del Norte. Incluso si la Bella Provincia ha aceptado, no sin dificultad, los valores anglosajones en su estructura gubernamental y su sistema económico, todavía tiene un apego al régimen de grandes colectivos profesionales.

Después de haber trabajado en el sector privado y de haber obtenido dos semanas de vacaciones pagadas a partir del segundo año de servicio, solicité un puesto en el Ministerio de Inmigración y de las Comunidades Culturales. Se me invitó a pasar un pequeño test escrito de 2 horas que aprobé, una semana más tarde, se me citó para una entrevista de una hora, poco tiempo después se me anunció que se me contrataba a título provisional hasta que el ministerio convocara una oposición a nivel nacional.

Se me confió pues la tarea estratégica de afrancesar e integrar a los recién llegados a Quebec. Trabajo interesante y muy bien pagado pero con un horario bastante aleatorio. Seis meses más tarde, se me dijo que debía inscribirme para las oposiciones provinciales que consistían en tres pruebas, cada una eliminatoria, todo ello de 9h a 16h. Cada examen duraba 2h; uno sobre gramática y vocabulario, otro sobre la inmigración y el multiculturalismo y el tercero sobre la cultura general y la cultura quebequesa.

Dos meses después, recibí una carta oficial confirmando mi resultado de 115 puntos sobre un total de 126. A partir de entonces pertenecía ya a la nueva lista LDA3 del misterio, lo que significa que estaba contratado de manera permanente pero sin horas fijas. De hecho, nada cambiaba realmente mi situación por estar legitimado por la oposición.

Dos semanas más tarde, recibí una llamada telefónica del ministerio anunciándome que mi dossier estaba incompleto, que habían obtenido una convalidación de mi título inglés pero que faltaba sin embargo la convalidación de mi titulo universitario. Desconcertado, les pregunté  con voz vacilante si me estaban pidiendo una convalidación quebequesa a mi titulo quebequés, ya que había cursado toda mi carrera en la Universidad de Montreal. "¡Ah!" me dijo la funcionaria un poco contrariada. "Señor Doré, voy a revisarlo, voy a ver que es lo que se puede hacer". Una hora después, la Señora Tremblay me llamó para anunciarme que iban a hacer una excepción con mi dossier y que no habría necesidad de que enviara la convalidación.

Satisfecho, me alegré al pensar que mi salario iba a pasar pronto de 45$ a 75$ por hora.

Por desgracia, al poco tiempo, recibí una carta indicándome que la  convalidación de mi título británico no había sido validada por el ministerio. Furioso, volví a llamar a la Señora Tremblay para preguntarle lo siguiente; "¿Por qué el organismo para el que trabajo, el Ministerio de la Inmigración y de las Comunidades Culturales no reconoce la convalidación oficial de mi diploma inglés emitida por el Ministerio de la Inmigración y de las Comunidades Culturales?" La respuesta fue que esa convalidación era sólo a título indicativo y que no tenía un carácter oficial.

- "¿Me está diciendo que mi empleador se niega a reconocer su propio documento por el que he pagado la importante suma de 100$? ¿Como quiere usted que yo anime a la integración de los recién llegados cuando ustedes me juega esta mala pasada? Cuando me seleccionaron en la Delegación General de Quebec en Londres, los agentes de inmigración me otorgaron Bachillerato+7. Ahora, instalado ya en su país, veo mis estudios reducidos a Bachillerato+3."

Silencio al otro lado de la línea.

-"Comprendo, Señor Doré. Si cursa un año de licenciatura, el ministerio convalidará su título británico."

-"Pero yo ya he hecho más de un año y cursos posgrado en la Universidad de Montreal y en la UQAM.

- "¡Ah bueno! ¿Podría enviarnos una copia certificada de sus boletines de notas?

- "Sí, se lo envío todo esta semana." Me acerque, pues, a las dos instituciones y pague en total 50$ en gastos para poder obtener los certificados.

Tres semanas más tarde recibí la evaluación puesta al día de mi dossier. No reconocían mi año de licenciatura más que en un 60%, por lo tanto mi tarifa horaria se mantenía como estaba. Por toda explicación me dijeron que según el convenio colectivo firmado por el Ministerio y el sindicato de la LDA1, los criterios están basados sobre el programa de licenciatura de la Universidad Laval de Quebec.

Sentí cómo me encendía, pero sabía que la funcionaria estaba tan sorprendida como yo de la incoherencia del sistema, preferí optar por la moderación. Como francés, no me gustaría en absoluto reforzar los prejuicios que ya existen en Quebec sobre mis compatriotas. La Señora Tremblay me dió el número de teléfono del gran responsable, el Señor Montaigne, el cual, desde lo alto de su torre de marfil de la hermosa capital provincial de pedigrí francés de Quebec, fija las normas.

Se trataba, de hecho, de un hombre muy cortés y comprensivo. Me desarmó enseguida por su gentileza. Terminó por animarme a enviar mi CV a aquellas universidades que aceptaran mis títulos en su justo valor. Por mi parte, asentí y le dije que haría eso en Inglaterra o en los EE.UU.

"Oh, caballero, no hace falta ponerse así. Nosotros no le desanimamos a continuar."

-"No, es simplemente una cuestión de lucidez."

Me fui de Quebec al año siguiente y ahora trabajo en una universidad neoyorquina.

FΩRMIdea Madrid, el 27 de diciembre de 2017.  Lire en français 

Traducido del francés por Claudio Sales Palmero.

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