Del Bréxit al ‘me importa un pimientismo’ inglés

Autor: Pierre Scordia

La semana pasada, ante mi sorpresa por la falta de pragmatismo en el Reino Unido cuando se evoca la cuestión europea, un amigo inglés reaccionó con este pequeño comentario mordaz: 'nunca ha habido pragmatismo en esta isla, solo 'me importa un pimientismo'. Según él, la creación de una Iglesia Anglicana en el siglo XVI, el thatcherismo económico de los años 80 o la identidad multicultural del siglo XXI, es el resultado de una indiferencia, de una despreocupación, incluso de una negligencia por parte de los ingleses.

Hoy en día, el reino es víctima de una enorme negligencia por parte de su élite conservadora y de los medios de comunicación populistas. El país se ha vuelto irreconocible. Todos aquellos que en estos momentos se oponen al resultado del referéndum del 23 de junio de 2016 son catalogados de enemigos de la nación, expresión que utilizaba Robespierre. Gina Miller, la valiente mujer de negocios que llevó al gobierno ante la justicia por haber querido aplicar el articulo 50 sin consultar al parlamento, ha sido abucheada por la prensa conservadora. Los tabloides llegaron incluso a retocar las fotos de Miller para que el color de piel de su cara resultara más oscuro, haciendo alusión mezquinamente al origen extranjero de la banquera. El Daily Mail ha utilizado la expresión 'enemigos de la nación' para calificar a los jueces de la Corte Suprema que validaron los argumentos de la Señora Miller, señalando el hecho de que uno de los jueces era homosexual, como si su sexualidad hubiera interferido en el veredicto jurídico. Aún más grave, ese periódico cuya página de noticias es la más leída del mundo, cuestionaba la separación de poderes, tan atesorada por los anglo-sajones.

Los medios de comunicación populares, animados por el silencio cómplice del gobierno, llamaron traidores, amotinados, a los 11 diputados conservadores que votaron por la enmienda el 13 de diciembre que daba al parlamento un derecho de veto sobre el acuerdo final que se concluyera con la Unión Europea. Muchos de esos 'enemigos de la nación' señalados con el dedo por el Daily Mail fueron tras esto amenazados de muerte. Anna Soubry, eurófila del partido conservador, franca y muy mediatizada, fue amenazada con ser colgada mientras que en realidad, con su voto, ella no hacía más que preservar la sacro santa soberanía del parlamento británico, eslogan de la campaña de los soberanistas pro Brexit (Nigel Farage, Boris Johnson, Michael Gove, David Davies, Liam Fox y Jacob Rees-Mogg). Reina en el Reino Desunido un clima podrido; hay que recordar el asesinato político de la diputada laborista pro europea, Jo Cox, por un militante de la extrema derecha en junio 2016.

En realidad, el interés supremo de la nación no existe porque hay cuatro naciones en el Reino Unido con puntos de vista divergentes en cuanto al Bréxit. El de Inglaterra se desvirtúa por los dos partidos que se machacan entre ellos y que quieren evitar a toda costa la implosión de sus organizaciones políticas. El 'me importa un pimientismo' por el futuro del país es flagrante porque el interés partidista se impone a los objetivos nacionales y a la unidad de Inglaterra. Por otro lado Irlanda del Norte y los gobiernos autonómicos del País de Gales y de Escocia quieren quedarse en el mercado único europeo.

Es justamente Irlanda del Norte, a la que los Pro Brexit tanto habían ignorado durante la campaña del referéndum, la que se encuentra en el origen de la humillación de Theresa May cuando ésta tuvo que volver precipitadamente a Londres mientras se encontraba finalizando el acuerdo sobre la primera fase de negociaciones del Brexit el lunes 4 de diciembre: falta de de profesionalismo de su parte, ya que se olvidó de consultar a sus aliados políticos de DUP (partido de antiguos paramilitares y protestantes fanáticos) de los que depende su mayoría según corra la suerte de la frontera irlandesa. El DUP se opone categóricamente a una frontera aduanera entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña. Después de largas negociaciones con el DUP, en las primeras horas del viernes 8 de diciembre, la primera ministra británica vuela a Bruselas para satisfacer las demandas de la Comisión Europea. Esta imagen de la jefa del gobierno británico en una posición de debilidad no ha sentado bien a los más fervientes partidarios del Bréxit duro.

Farage, en su discurso en el Parlamento Europeo el 13 de diciembre se dio cuenta de que la Unión Europea estaba en una posición de fuerza y que en esa situación el Bréxit se volvía caduco, se imponía una nueva batalla. En cuanto a Boris Johnson, ministro de asuntos exteriores, ha retomado la idea de Jacob Rees-Mogg de que el Reino Unido se va a convertir en un satélite, un estado vasallo de la Unión Europea. Tengamos en cuenta que Jacob Rees-Mogg tiene su propia compañía, Somerset Capital Management, que gestiona filiales en paraísos fiscales. Es evidente que una salida de su país de la UE seria buena para sus negocios.

La posición de Theresa May parece a medio plazo insostenible a causa del embrollo irlandés. Es imposible conservar una Irlanda sin frontera física como acaba de comprometerse el gobierno británico y al mismo tiempo salir del mercado único y de la unión aduanera como ha prometido la Primera Ministra a los miembros euroescépticos de su partido. Un consenso pragmático no parece posible. Solo el 'me importa un pimientismo' inglés en relación a Irlanda responderá a las expectativas de un partido conservador en horas bajas. Irlanda se unirá o dividirá a menos que el Bréxit no se anule. Sería totalmente estúpido salir de la Unión Europea para que luego le dicten las normas y reglas que conllevarían una adhesión inglesa al mercado único.

Theresa May, hija de un pastor protestante, cree en su misión moral de satisfacer la voluntad del pueblo, la del 23 de junio 2016, porque parece que desde entonces la democracia británica se haya parado. Está convencida de que podrá obtener de Bruselas todas las ventajas, la salida del mercado único y el mantenimiento del pasaporte financiero europeo. Es evidente que la única salida viable para el Reino Unido el la anulación del artículo 50. Citando a Bill Clinton: '¡Es la economía estúpido!'

Para acabar, recordemos que Theresa May acaba de exigir la dimisión de su leal vice-primer ministro pro europeo, Damian Green, por haberle mentido sobre el contenido pornográfico que contenía su ordenador profesional. Sin embargo, su ministro del Bréxit, David Davies, no ha tenido sanción alguna por haber mentido ante el parlamento sobre la existencia de un estudio sobre el impacto del Bréxit en 58 sectores económicos del país. En realidad, el estudio, no existe.

Mi amigo, sin duda, tiene razón: lo que orienta a Inglaterra es el 'me importa un pimientismo'. Es cierto que las tensiones se intensificarán entre Londres e Irlanda puesto que Dublín se toma el mantenimiento de la paz entre el sur y el norte muy en serio. En cuanto a Escocia, ella observa y espera la debacle y el momento oportuno para celebrar un nuevo referéndum.

FΩRMIdea Madrid, el 2 de Enero de 2018. Traducido del francés por Claudio Sales Palmero. 

Artículo publicado en el HuffPost Québec Du Brexit au Je-m'en-foutisme anglais..

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