¿Reflejan la realidad nacional París y Londres?

Sin duda ninguna, son París y Londres grandes metrópolis europeas que fascinan al resto del planeta por su arquitectura, su cultura, su dinamismo y su alto nivel de sofisticación. Geográficamente están tan próximas que se encuentran a menudo en el mismo itinerario para numerosos turistas. Este año, no pude resistir. Con mucho gusto he vagado por la ciudad Luminosa y el Old Smoke.

PARIS

Al llegar a París, lo que me llamó la atención es la imagen multicultural que ofrece el aeropuerto Charles de Gaulle:  evocan el crisol los empleados del aeropuerto, la policía, la aduana, los empleados y los chóferes de bus. Todo nos lleva a una metrópoli universalizada: La inmensidad del aeropuerto, su importante densidad, su frenesí, su caos “organizado a la francesa”.

Cuando llego al andén de la estación veo a un verificador, de origen magrebí sin duda, que está llamando a una turista china para avisarla de que su mochila está abierta. Esta parece no entender nada hasta que yo le traduzca en inglés lo que el agente de la SNCF trataba de comunicarle en francés. Luego se vuelve hacia su colega antillana para avisarla de que “han” empezado a actuar en el sector. Este “han” me despierta la curiosidad y por fin supongo que se trata de un ‘gang’ de delincuentes que conoce el servicio de orden, ya que sus delitos dieron lugar a numerosos reportajes en Francia y en el extranjero. Vais a decirme que basta con quedar consciente y atento, igual que en otras grandes ciudades de los países emergentes.

Una vez en el metro, consigo encontrar un asiento. El tren sale con retraso y se va llenando poco a poco. Trata de sentarse donde puede la gente, con las maletas encajadas entre los asientos. Al arrancar el tren me siento aliviado. Dos estaciones más lejos, Parque de exposiciones, oímos a un agente de la SNCF que manda a todos los pasajeros que se apeen: Este RER no irá más lejos. ¡Ninguna explicación, ningún mensaje en inglés, nada de excusas! ¿Cuenta la SNCF con los turistas de habla francesa para traducirles el mensaje a los turistas extranjeros?

Esperamos 30 minutos antes que llegue el tren siguiente. Una muchedumbre importante está esperando en el andén. Me miran algunos turistas italianos, desconcertados, y me preguntan lo que pasa. Les digo “bienvenidos en Francia”, no sabemos nada. Por fin llega el RER B. Está lleno hasta los topes. Que os disguste o no, nos abrimos camino a la japonesa para caber con nuestras enormes maletas. ¡Ahí estamos! Están también los italianos. Ya que estamos como sardinas en lata sentimos las formas del cuerpo de nuestros vecinos. Desde el altavoz se oye una buena noticia: este tren será directo hasta la estación del norte (Gare du Nord). Traduzco en italiano para que los italianos lo sepan, esperando así, mejorar la imagen de mi ‘caótico’ país. Pero durante el trayecto, de muy distinto modo decidió la SNCF. Se detendrá en todas las estaciones el tren. Una oportunidad de orden antropológico para descubrir el departamento de la Seine-Saint-Denis. No me atrevo a imaginar cuál será la imagen de París durante los Juegos Olímpicos de 2024 si siguen deteriorándose los servicios.

A cada parada, pasajeros intentan subir a nuestro tren. Se empujan, se insultan y acaban riendo gracias a la intervención de una “mama” africana que está bromeando. Encontramos toda clase de acentos guturales, nasales o cantantes: africanos, argelinos, tamiles, rumanos, ucranios, gitanos, etc. Sin embargo, cuanto más nos acercamos a la estación del norte, más aumenta la nerviosidad y más prorrumpen los insultos. El viaje se vuelve un infierno. Tengo prisa en salir de este mundo subterráneo parisino.

Se produce la magia. Salgo del metro por la orilla izquierda y descubro una magnífica ciudad, elegante, artística y turística. Cafés, restaurantes, terrazas, teatros, parques, tiendas os dan ganas de callejear por este museo. A pesar de lo que dicen los detractores de la alcaldesa de Paris, Anne Hidalgo, es un verdadero éxito haber hecho peatonales los muelles del Sena. Nos hace pensar en Londres. Por otra parte, el concepto de las mesas de madera y bancos para tomar cerveza se parece al de Londres, corredores, ciclistas, turistas, familias con niños se aprovechan de este largo paseo. París se parece a una ciudad tranquila. A pesar de todo, me pregunto dónde está esa población parisina que encontré rápidamente en los subterráneos de París. Ya no está. París intramuros me parece demasiado blanco, demasiado burgués. Su apariencia no refleja su composición demográfica. Tenemos la impresión de que coexisten dos sociedades que se ignoran en este mismo pequeño territorio. Dos grandes soledades… En la ciudad, no sentimos la tensión que existe en el metro. Se dan besos los parisinos ‘bobos’ (burgueses-bohemios), charlan de sus viajes, de grandes valores universales en una terraza chic y relativizan la delincuencia de las afueras, la inflación, la carestía de la vida, y la inmigración. No tiene límite su generosidad y defienden con un brío implacable los valores republicanos que les garantizan sus privilegios. Alaban los principios de igualdad y una cultura popular por mero oportunismo.

Aquí vemos un París sublime, elitista, despreocupado, esteta, que añora las grandes tertulias del siglo 18, e ignora completamente a la plebe universalizada a la que mantiene a una distancia de algunos kilómetros. Cuando uno sube al RER B, nota los primeros fallos en esta corona parisina. Al horizonte se perfila un levantamiento gigantesco y tal vez los filósofos ‘bobos’ echarán los ideales provinciales que tanto despreciaron.

LONDRES

Ofrece una imagen muy diferente Londres. Parece menos arrogante y más adelantada. No teme el cambio y no rechaza al extranjero. Se nota en seguida en cuanto entramos en el metro. El Underground londinense refleja la sociedad británica: variada, británica y al mismo tiempo europea y universal. En el transporte público, se codean banqueros con obreros, ingleses con indios, estudiantes con turistas. Cuando uno viene de London City Airport, no ve ninguna señal de disminución económica, o de datos negativos en relación con el Brexit. La ciudad parece más dinámica que nunca. Los rascacielos crecen como hongos. El panorama de Londres se ha metamorfoseado completamente, tanto en el East End como en los Docks, la City, Vauxhall y Battersea.

En cambio, cuando hablamos con los londinenses, ya no festejan. La política de Boris Johnson y la gestión catastrófica de Liz Truss le han quitado el ánimo a los ingleses. No hizo sino aumentar la morosidad de este pueblo inventivo y combativo la muerte de Isabel la segunda. Nadie se atreve a pronunciar la maldita palabra: “Brexit”. Algunos os dirán que no les cambió la vida el Brexit y que la pesadez burocrática paraliza a Europa y que sus miembros se mofan de sus valores europeos de democracia y diversidad, particularmente el autoritarismo en Hungría y la homofobia en Polonia. Otros, los que trabajan en el sector medicinal, universitario, financiero incluso artístico, os dirán lo contrario, que es una catástrofe que acarreará consecuencias socio-económicas. Para olvidar esta catástrofe que se auto infligió el país, parece que gran parte de la población aparta la vista de los asuntos interiores para concentrarse en la guerra en Ucrania porque hoy, nadie desea realmente evocar el Brexit y conocer nuevas divisiones nacionales.

Por todas partes en Londres se ven banderas ucranias. Mientras que en Francia enarbolan los colores azul y amarillo las municipalidades, En Inglaterra, lo hacen los particulares. La gran mayoría de los británicos se identifican con Ucrania, con su lucha, con su soledad frente a la barbarie rusa. Y no ha esperado a la Unión europea Inglaterra para socorrer a los ucranios, prueba según algunos, que no tiene sólo inconvenientes el Brexit (resulta difícil encontrar ventajas). Verdad es que a los británicos no podemos echarles en cara su falta de valor político.

Cuando uno se pasea por Londres, nota el cierre de muchas tiendas; por ejemplo, llaman la atención los espacios vacíos en el barrio de Holborn, en el centro de la ciudad, y nos preguntamos el por qué: ¿el Brexit, la Covid, Amazon o sólo la decadencia del barrio? También, vemos de nuevo a numerosos sin hogar – jóvenes y las más veces a ingleses- como en la época de Thatcher. Llaman al partido conservador “Nasty Party”, el partido malo, y en efecto cada vez que tiene el poder, se vuelve cada vez más pobre la población.  Con todo, verdad es que en Gran Bretaña la tasa de desempleo es de 3,5 %, una sociedad de pleno empleo que tendría que enviarle Francia, cuyo paro es de 7,4 % (sin contar con la isla de Mayotte). En Londres carecen de mano de obra sobre todo en los servicios.

Lo sorprendente y paradójico en Londres, es que nunca fue tan europea la ciudad, tan parisina en su modo de vida mientras que acaba de salir de Europa el país. Por todas partes se ven terrazas de café y restaurantes. Tenemos la impresión de que es agradable vivir en eta megalópolis multicultural. Su economía de capitales universalizada tendría que ayudarla a superar los desafíos políticos que han escogido los Conservadores. Lo único que preocupa a los londinenses es que la mayoría de Inglaterra y del país de Gales que han votado por el Brexit a su contrario, no consigan adaptarse a estos cambios estratégicos.

Dos capitales, dos mundos que no representan la realidad de los dos países.

Versión en francés




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Stranger at the Gate

November 10, 2022