El acaso universitario
LA AURORA DEL ACASO
En la sala de profesores de esta prestigiosa universidad inglesa, ella está ahí, de pié, con su abrigo beige que ha aguantado, en toda apariencia, muchas pruebas de las estaciones. A mi llegada, se vuelve, me desdeña con una pequeña sonrisa burlona. Cuando me acerco, me da la espalda, mostrando así su hostilidad. Su cabello, de un castaño descolorido, cae en mechones apagados sobre un impermeable que esconde mal sus formas esculpidas a lo Botero. Pero Aurora no tiene nada de pera. No, Aurora es una vampira cuya divisa sería: "la maldad combinada con el interés personal equivale a ser avispado". Cada pequeño golpe bajo le procura una alegría malsana y adictiva, un disfrute del sentimiento de importancia.
Aurora no me respeta y para subrayar su desdén saluda ostentosamente al director adjunto. Ríe, le sonríe y coquetea, hasta parece encantadora, bondadosa. Su cara es radiante, sus mejillas pálidas empiezan a sonrojarse y su nariz aguileña se vuelve menos ganchuda. Sin embargo, ninguna luz en sus ojos, ellos permanecen de un marrón sin lustre. La actriz no está en su primer ensayo. Cada nuevo compañero debe ser humillado. Es cierto que esta gran maestra estuvo un tiempo breve en la venerable Sorbona, mientras que yo, tan solo soy licenciado por dos vulgares universidades norteamericanas.
El plan de Aurora es el amiguismo con la dirección y el sindicato para poner en la picota a los novatos. Astuta, intenta tejer una tela para inocular su veneno a sus nuevas presas. Segura de su preeminencia, gracias sobre todo a su gran amistad con la jefa, afirma en una pequeña reunión informal que solo los profesores que hayan cursado su formación en Francia pueden enseñar cultura francesa, la celebridad y la creatividad de los francófonos es el resultado, evidentemente, de la brillantez internacional de París.
Después de numerosas calumnias aurorales que me han aislado del resto del departamento, ya que por demasiado gentil, demasiado tonto, he decidido hacer caso omiso de las mentiras y de las injusticias aun a precio de algunos efectos nefastos para mi salud, Aurora tiene a bien acordarme un momento de respiro, recordándome siempre que debo respetar su antigüedad, ella que ha obtenido su contrato indefinido solo seis meses antes que yo gracias, sobre todo, a favoritismos.
Si Aurora me deja vivir, es porque siente una necesidad urgente de destruir la reputación de una nueva compañera, Maria, una bella rubia, esbelta, de Lille que para su horror está hiper-facultada. Cuando una mujer se siente amenazada por una rival la lucha se vuelve feroz, sobre todo si ella se sabe menos hermosa.
Aprovecho entonces esta tregua feliz para orientar mi curso únicamente sobre Canadá y África, sin que esto atraiga la atención de la parisina y pido a la dirección trabajar a tiempo parcial, que me permite no tener que soportar el ambiente sofocante de nuestro equipo académico. El día que Maria me cuenta las afrentas que Aurora le ha reservado, decidimos presentar una queja llamando directamente a la puerta del decano, más vale dirigirse directamente a Dios que a su mensajero. Para nuestra gran satisfacción, convocará a Aurora al día siguiente. Sin embargo, demasiado cercana al sindicato, la peste del departamento no será despedida, solo recibirá una advertencia escrita por acoso moral. Uno no se deshace de un tumor maligno por una simple intervención.
Después de cinco años de dedicado servicio a nuestra gran institución, debemos estar agradecidos a Aurora. Gracias a su veneno inagotable, Maria dimite en pleno año escolar para ir a un puesto agradable en una universidad suiza. Para proteger a Aurora, y quizá su espalda, nuestro jefe le pide mentir sobre la causa de su dimisión, imponiendo una excusa humanitaria. Oficialmente Maria nos deja para cuidar a su madre enferma que se ha mudado a Lausana. En cuanto a mí, me quedan las palabras y el estoicismo.
Al parecer, Aurora ignora la disciplina mental que podría atenuar sus impulsos de maldad. Solo su delicada salud y su corto pasaje por este mundo pondrán fin a su loca perversión nutrida por un miedo que es incapaz de identificar. Ingenuamente creí por un tiempo en una justicia divina: "uno recoge lo que siembra". Pero la diatriba es a veces el único arma que nos queda.
Voy a terminar con una citación de La Rochefoucauld:
"El odio por los favoritos no es otra cosa que el amor por los favores. El despecho de no poseerlos se consuela y se apacigua con el desprecio que uno siente por aquellos que los poseen y les negamos nuestro homenaje, no pudiendo quitarles aquello que les hace atraerlos de todo el mundo."
form-idea.com Nueva York, el 3 de octubre de 2020.
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