¿Está el pragmatismo británico en peligro?

De Pierre Scordia  

Por qué Gran Bretaña debería permanecer en Europa

Aquellas personas que no estudiaron Historia tendrán problemas para comprender los matices diferenciales entre el pensamiento político francés y el británico. Los ingleses, por su historia, nunca estuvieron obsesionados con su lengua que, como todas, está en constante cambio. Actualmente en las Islas Británicas, nadie parece percatarse de ello. Para los británicos, el lenguaje es un medio de comunicación en vez de una herramienta de discriminación para con inmigrantes y extranjeros. De hecho, la lengua inglesa, es una especie de dialecto alemán afrancesado, con muchos préstamos del danés y del griego y el latín antiguos. No hay lengua más europea que el inglés, en gran parte debido al multiculturalismo británico casi tan viejo como los Evangelios.

Los numerosos reinos bárbaros anglosajones y celtas fueron finalmente unificados por la nobleza franco-normanda en el siglo XI, antecedente de una especie de comunitarismo británico. Estos arrogantes gobernantes francófonos nunca desearon la integración con la mayoría; peor aún, impusieron sus costumbres. Los Plantagenet permanecían la mayor parte del año en su tierra natal porque allí disfrutaban de un clima más cálido. Incursionaban por las islas de manera intermitente sólo a efectos de sacar ventaja del sistema tributario y los generosos beneficios de las regalías; demasiado útiles para sus construcciones y su estilo de vida lujoso. De haber existido en ése entonces un tabloide como el actual Daily Mail, seguramente habría surgido un partido anti-europeo del otro lado del Canal.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA
Photo © Pierre Scordia

Pero volvamos a la Inglaterra pre-Daily Mail. A excepción de los Tudor, linaje fruto de la unión entre un incierto noble de Gales, Owen, y una francesa bastante promiscua: Catalina de Valois, hija de Carlos VI, viuda del gran Enrique V y madre de Enrique VI; los ingleses desconfiaban sobremanera de los soberanos británicos.

Por su parte, los Estuardo fueron una pesadilla, no debido a la homosexualidad de Jacobo I o porque celebrasen misa en secreto, sino porque eran simplemente “El Dolor de Cabeza Escocés”. Si bien, por supuesto, hablaban inglés, sus pretensiones políticas provocaban la antipatía de los británicos. Pero todo culminó bien con la decapitación de Carlos I. No obstante los ingleses tuvieron la gentileza de salvar a la reina, Enriqueta de Francia, hermana de Luis XIII. Y no fue hasta un siglo mas tarde cuando encontraron la solución ideal por medio del anteriormente mencionado comunitarismo, esto es: poner en el trono un pequeño linaje alemán, los Hanover, completamente ignorantes de la lengua de Shakespeare pero en nombre de la supremacía del Parlamento, los diputados no facilitaron la integración de la familia real.

Este pragmatismo ilógico, típicamente británico, se hace también visible en las opciones religiosas: ¡cómo no admirar el nacimiento de una iglesia, la anglicana, durante el gran reinado de Isabel! Ya que fue ella la primera que reunió bajo un mismo techo a los nostálgicos de la misa católica (el alto clero) con los calvinistas y luteranos fanáticos (el bajo clero). Como consecuencia de esto, Inglaterra logró lo imposible: poner fin a las guerras de religión. Quienes se negaron a este compromiso y la conciliación, fueron separados de las instituciones o enviados a las colonias norteamericanas. ¡Que suerte!

Por el contrario, Francia, con su racionalidad, puso fin a las contiendas religiosas con las armas y la conversión de Enrique IV: "París bien vale una misa", había dicho el buen rey. ¡No! ¡Por supuesto que no! Aunque los protestantes salieron victoriosos, pronto los papistas lograron asesinar al rey Borbón. Este hecho llevó, una décadas mas tarde, a que le gran Luis XIV revocara el Edicto de Nantes, el cual había servido para proteger los derechos calvinistas. El Rey Sol, dicho sea de paso, no brilló por este acto. La huida de los hugonotes fue el mayor desastre económico que Francia conoció. Un siglo después, los revolucionarios franceses restauraron la libertad de culto y trataron de emancipar a las personas mediante la destrucción de las influencias nocivas de la Iglesia Católica Romana y de una nobleza bastante pretenciosa e intransigente. Se envió a la guillotina al rey e incluso a la reina María Antonieta de Austria, acusada también de traición y de ser extranjera. Rodeados por todos los flancos, por reinos e imperios enemigos; los revolucionarios se apresuraron a enviar rápidamente a algunos ciudadanos recalcitrantes al otro mundo. La República había nacido así, teñida en sangre.

IMG_0732

Ahora, hagamos un salto hacia el siglo XX: mientras Churchill tomaba medidas fuertes y valientes, el victorioso mariscal francés de la Primera Guerra Mundial, Philippe Pétain, después de un discurso nacional y paternalista, se doblegaba ante Hitler en Rethondes. Posteriormente, el salvador de la ultrajada República Francesa, Charles de Gaulle, conseguía ganar reconocimiento y aislarse en su pérfida Albión.

La determinación británica sumada a la ayuda financiera masiva de los Estados Unidos, contribuyó al renacimiento cultural y económico de un continente, en adelante, liberal y cooperativista. Pero después del expansionismo del aparato poderoso y burócrata que significa La Unión Europea y que tomó enormes proporciones entre 1975 y 2010, el nuevo San Jorge, David Cameron, surgió para derribar a la bestia responsable de los cincuenta años de paz y prosperidad. Sí, San Cameron, vino a salvar no sólo a su reino desunido, sino también a toda Europa del monstruo encarnado en Bruselas. Es evidente que todos los acuerdos y tratados fueron negociados por sus predecesores, en Globish, lenguaje incomprensible para los británicos. Posiblemente Major estaba demasiado distraído a causa de las numerosas llamadas, en su beeper, de su ministra Edwina Currie; o Blair por los frecuentes mensajes de texto en su Blackberry provenientes de Bush o Brown por el odio que sentía por Blair.

Pero no seamos tan severos con los ingleses, porque de alguna manera son generosos. Ellos están dispuestos a dar la bienvenida dentro de la Unión a todos los países del continente, desde Islandia a Kosovo, desde Noruega a Turquía, desde Gibraltar a Ucrania. Contrariamente, los franceses, tienen una idea muy limitada de Europa. Los primeros rinden culto al liberalismo económico mientras que estos últimos adulan a la hermosa Europa, amada por Zeus.

Por último, Gran Bretaña debería seguir permaneciendo en la Unión. Se deberían aceptar algunas de sus demandas pero también los ideales de Francia, y la prosperidad a la que contribuyen las cuentas de Alemania.

Utopía y Pragmatismo, parecen seguir siendo, los dos motores de Europa.

Londres - 09/08/2015. Lea este artículo en inglés | en francés

Pierre Scordia

Profesor en University College London

MPhil en historia anglo-francesa (U. de Nottingham)

 

Pierre id

Síganos

Facebooktwitterlinkedinrssyoutubeinstagram