En la mesa de los tiranos, un placer literario

El nuevo libro de Christian Roudaut, cuenta anécdotas relativas a comidas y comensales. Esta obra, al mismo tiempo original y acertada, describe a los diferentes tiranos bajo una luz tragicómica sin desnaturalizar su lado siniestro.

El revolucionario | Mao Zedong

El libro empieza en el palacio de Mao Zedong, para quien el pimiento es símbolo de fuego revolucionario. Carnívoro, le gustan la vaca y el cerdo, la cocina de su región natal, el Hunan; una característica de todos los grandes tiranos del siglo XX: su afición marcada a los buenos manjares de su niñez. Para el Gran Timonel la afición a los manjares poco picantes o azucarados significa indolencia y aburguesamiento.  Un paladar se reeduca. Al verdadero comunista le gusta mas el pimiento rojo. Por otra parte, los gustos culinarios se oponen durante encuentros entre las dos grandes delegaciones comunistas: la china y la soviética; dos visiones del marxismo muy distintas que se manifiestan en cuanto se sientan en la mesa.

Hasta durante la carestía de víveres acarreada por el insensato Gran Salto hacia adelante -el programa catastrófico de la industrialización de China- Mao nunca se castiga. Aunque renuncia por un momento a la carne en nombre de la solidaridad, saboreara suculentos pescados. Su gusto por la cocina aceitosa y salpimentada le acarreara molestias digestivas. La manera de defecar del Gran revolucionario es mas bien sorprendente y cómica y el interés que sus médicos llevan a las   deyecciones del líder es asombroso y gracioso.

Mao Zedong

El emperador | Jean-Bedel Bokassa

El segundo capitulo nos sienta en la mesa del emperador de Centroáfrica Jean-Bedel Bokassa que reina sobre dos millones de almas. Este africano francófilo tiene la doble nacionalidad, gran admirador de Napoleón, untó la mano y la panza de “Franciafrica”. Todos recordamos lo de los diamantes. La coronación del emperador costó un dineral y los millares otorgados a toda la flor y nata francoafricana son fenomenales. Cuando la marioneta se hace demasiado embarazosa para la antigua potencia colonial, – van a buen paso los rumores a su propósito – tanto en Francia como en Centroáfrica, la acusación de canibalismo les viene bien a numerosos políticos, pero denota muchos prejuicios racistas sobre todo en la prensa hexagonal, ya que nada prueba que Bokassa lo fue. Los numerosos diplomáticos y ministros franceses convidados a la mesa imperial apreciaron las comidas.

El emperador Bokassa

El burguesito ocioso | Adolf Hitler

El tercer tirano mirado con lupa es Adolf Hitler, sin nada que ver con el superhombre carismático que entendía al pueblo. Se parece mas bien a un burguesito ocioso que engulle pasteles (¿Tenía razón Mao?), pero se inventa un pasado heroico de privaciones. Al contrario de lo que podríamos pensar, en la mesa, Hitler no tiene nada que ver con un psicópata: vegetariano pero tolerante, no exige de nadie que siga su régimen durante las cenas. En cambio, sus comidas, lejos de ser puntuales, pueden parecerles particularmente aburridos a los convidados sobre todo cuando el amo de casa empieza a echar perdigones cuando se extiende hablando sin cesar. El Führer da la impresión de ser un hipocondriaco para quien una cucharada de aceite para limpiar las armas es un remedio eficaz; No es extraño que resulten dolores de barrigas y flatulencias.

Hitler con Eva Braun

El anfitrión sádico | Iósif Stalin

Ser el convidado de Hitler es mucho menos peligroso que ser el de Stalin. Aunque es uno de los mayores sanguinarios de nuestra historia moderna Hitler sería capaz a veces de humanidad y benevolencia, mientras que Stalin, jovial pero temible, sádico y paranoico cuyo adagio seria: “embriagar para humillar, humillar para reinar mejor” no posee estas cualidades. Al fin de una fiesta en casa del hombre de acero, los invitados no saben nunca si van a volver a casa solos o si el NKVD va a llevarlos a la sórdida Lubianka. A petición del Vjod, Molotov, el fiel ministro de los asuntos exteriores – cuya esposa es detenida y mandada al gulag por ser judía – tiene que humillarse varias veces y bailar un vals con Pavel Postychev[1], viejo compañero de Stalin. Por otra parte, este ultimo no podrá evitar las purgas y le ejecutaran en 1939. Ese capitulo es cautivante y sabroso gracias a numerosas anécdotas que encontramos de nuevo en las memorias de Nikita Jrushchov.

A la derecha de Stalin, Molotov.

Almuerzo campestre y buenas cenas | Nicolae Ceauşescu & Sadam Huseín

Por fin, los capítulos sobre Nicolae Ceauşescu y Sadam Huseín no nos engañan. Roudaut describe particularmente la visita oficial del General De Gaulle y de su esposa Yvonne en Rumania en 1968, el almuerzo campestre inoportuno organizado al ultimo minuto por los Ceauşescu es un momento inolvidable.

En cuanto a las paginas consagradas a Saddam Hussein, el autor evoca las buenas cenas entre Hussein y su amigo Chirac, un hombre regalón, cuya meta era vender una central nuclear a Irak.

El temor a ser envenenado es una característica común a todos esos tiranos. Lo cierto es que el poder absoluto sacia todos los caprichos culinarios, pero no impide los dolores de barriga que acarrea la sospecha permanente.

“Comiendo con los tiranos” es un verdadero placer.

Versión en francés: À la table des tyrans, un régal littéraire

[1] Pavel Postychev es uno de los responsables del Holodomor, la gran hambre organizado en Ucrania, que les costo la vida a 3 millones de personas. Según numerosos historiadores esa hambre fue un genocidio contra el pueblo ucranio.




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