Fastos y declive moral de la República romana
Autor: Pierre Scordia
En el siglo II a.c, Roma aumentó considerablemente su poder con el control de una parte del contorno del Mediterráneo, que se había convertido en el centro del mundo antiguo y el gran lugar de intercambios. Los romanos no escondieron su ambición de monopolizar el comercio tanto en la parte occidental del Mediterráneo como en la parte oriental. Para alcanzar este objetivo, debían antes que nada dominar los pueblos competidores, especialmente los etruscos, los griegos y los cartagineses; cosa que hicieron brillantemente gracias a un juego de alianzas y golpes de mando. Al final del siglo tercero antes de nuestra era, Roma controlaba toda Italia, Grecia y después de tres grandes guerras con gran coste humano, aniquiló la civilización fenicia de Cartago en el Norte de África. La República romana podía desde entonces extender su imperio del Atlántico al Asia Menor.
Sin embargo, esta expansión no se consiguió sin consecuencias para la civilización romana. Las conquistas conllevaron cambios sociales, morales y religiosos considerables. Roma podía haber vencido a civilizaciones más débiles militarmente, pero desde un punto de vista cultural, éstas estaban lejos de estar vencidas.
Transformación moral
Bastó a penas dos generaciones para que las viejas tradiciones romanas se desdibujaran. La austeridad de los viejos romanos, que era más bien una cuestión de pobreza que de voluntad consciente, dio paso a los gastos desenfrenados de los jóvenes; El modo de vida tendió a la ociosidad. La cultura y las costumbres sexuales se helenizaron y el civismo republicano se corrompió por el materialismo.
En el espacio de 283 años, la Ciudad Eterna celebró 181 victorias. Estos triunfos aportaron a Roma una cantidad de dinero y de tesoros considerables adquiridos gracias a el botín, a los tributos, a los pillajes y a un sistema fiscal a la vez rudo y eficaz, que permitió al Estado hacer gastos colosales. Una parte de esta suma sirvió para construir templos, monumentos, acueductos, calzadas, teatros y circos. Estos últimos se multiplicaron, puesto que la población, al volverse más ociosa debido a la llegada masiva de esclavos, reclamaba continuamente fiestas y juegos. con el tiempo su gusto cambió y exigió festividades más licenciosas y espectáculos que procuraran fuertes emociones. Des esta manera los circos tomaron de los etruscos los combates de gladiadores y las luchas con fieras de los púnicos. Los gladiadores eran fáciles de encontrar puesto que la mayoría eran esclavos.
Los esclavos se volvieron un elemento esencial en la vida económica de la República, sin los cuales, ésta no podía funcionar. Algunos poseían incluso puestos determinantes para la evolución de la sociedad. Como los italianos conservaban un cierto complejo de inferioridad con respecto a la cultura helénica, se hizo natural entre las ricas familias patricias confiar la educación de sus hijos a pedagogos griegos que no se privaron de corromper el pensamiento estoico romano. La literatura y el teatro romanos tampoco escaparon y acabaron por impregnarse de helenismo. Por ejemplo, Plauto y Terencio adaptaron obras griegas mientras que Fabio Pictor componía sus escritos en griego.
La influencia de la civilización helénica fue tal, que cambió incluso las actitudes sexuales. De hecho, la homosexualidad y la pederastia se introdujeron en Roma y se volvieron una práctica corriente, por lo menos con los esclavos. A partir de ahí, los esclavos hermosos trabajaban en las hermosas villas mientras que a los menos hermosos se les enviaba a los latifundios. Los esclavos que disponían de una buena educación hacían uso de ella para influenciar a sus amos y eran los que con más frecuencia obtenían la libertad.
La emancipación, de todas formas, se volvió un útil necesario para conseguir cierta movilidad y paz sociales. Para las mujeres libres, la inserción era más difícil y muchas recurrían a la prostitución para sobrevivir. A partir de ahí, se asistió a una relajación de las costumbres generalizada.
En cuanto a la frugalidad latina, vivía sus últimas horas debido a las influencias griegas y orientales. Los Romanos le cogieron el gusto al lujo y a la cocina refinada, en particular a los buenos vinos, a las especias y a los manjares a base de pescado, considerados antes como platos afeminados. Adoptaron también el modo de vestir oriental a base de tejidos ligeros, los cuales eran a veces transparentes y comenzaron a perfumarse y a coleccionar cerámica griega.
Esta helenización de Roma tuvo también sus detractores, entre ellos Catón el Viejo o Diodoro de Sicilia; este último llegó a declarar: "el cambio de costumbres lleva a Roma a la perdición". Más grave aún, la helenización conllevaba la desaparición de cierto civismo del ciudadano romano. El hombre latino se volvió facil de corromper por simples ventajas materiales. Ciertos cónsules se negaron incluso a ser enviados a provincias pobres. A partir de ese momento, los intereses personales primaban sobre aquellos del Estado.
Por su parte, Catón el viejo, muy desconfiado hacia las influencias extranjeras, vilipendiaba las nuevas costumbres romanas y las bufonerías de los jóvenes ciudadanos. Finalmente, preconizó la destrucción total de Cartago, cosa que obtuvo tres años después de su muerte en 146 a.c.
Transformación religiosa
La religión romana no se libró de las nuevas influencias extranjeras. La filosofía escéptica aportada por los griegos sacudió las creencias latinas. El pitagorismo, el orfismo, el epicurismo, sedugeron a muchos ciudadanos. Es más, la escuela de Atenas, a través de su investigador Carnéades, puso en tela de juicio la filosofía estoica, e hizo dudar a los jóvenes alumnos romanos sobre los valores fundamentales de su República e incluso sobre sus dioses. De todas formas, el viejo Catón consiguió echar a los filósofos de esta escuela en 154 a.c.
La destrucción de la clase media
Más inquietante para las instituciones de la República, las conquistas conllevaron la desaparición de la case media. Incluso si los representantes de la Plebe, los Tribunos, tenían reconocimiento y eran respetados por el conjunto de la sociedad romana, participaron a partir de ahora en esa política de expansión que les permitió colocar a sus veteranos en puestos clave en las nuevas administraciones. En el espacio de veinte años, se les atribuyó veintitrés colonias. Incluso si el pueblo romano no vivía de manera arbitraria bajo la República, muchos eran los que conocían la miseria. Miseria que se acrecentó con las conquistas por las cuales los hombres de la clase media desaparecían. Roma necesitaba soldados y el reclutamiento obligatorio hasta la edad de 30 años creaba un desequilibrio demográfico en el seno de esta clase media; tanto más cuanto que debían participar en diez expediciones militares para tener derecho a un puesto de magistratura, lo que incitaba a muchos hombres a enrolarse hasta la edad de 46 años. A esto se le unía la inflación galopante, consecuencia directa de la llegada masiva de botín de guerra. El alza de los precios generalizada no hizo sino agravar el empobrecimiento de la clase media. La brecha entre ricos y pobres aumentó al cabo de los años. Tres cuartas partes de la población reducidos a la asistencia social.
Los viejos valores romanos, familia, rusticidad y previsión, desaparecieron para dejar paso a la codicia, a la venalidad y a la ociosidad. La ostentación del lujo y de la abundancia de unos contrastaba con la pobreza creciente de los otros. La República, por su política de expansión, se volvía su propia enemiga. Sus días estaban contados... Una sociedad que ignora en su conjunto las influencias estranjeras que van contra sus valores fundamentales se encamina ineluctablemente a su perdición.
FΩRMIdea Madrid, el 7 de junio de 2017.Traducido del francès por Claudio Sales Palmero.
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