Blanca de Castilla y Ana de Austria: consortes y regentes de Francia

Autor: Claudio Sales Palmero

Madres de dos famosos reyes, Luis IX, el Santo, y Luis XIV, el Rey Sol. Ambas tuvieron que enfrentarse a los Grandes del Reino e imponerse sobre ellos.

Blanca de Castilla (Palencia 1188 – Melun 1252)

Blanca era hija de Alfonso VIII de Castilla y de Leonor de Plantagenet. Su abuela materna era Leonor de Aquitania y debido a esta filiación tanto con Inglaterra como con Francia, fue una pieza clave del tratado de Goulet, que pretendía poner fin a las guerras entre los Plantagenet y los Capetos, esto es, clarificar los derechos de estas familias al trono de Francia e Inglaterra y a diversos feudos. La unión de Blanca, sobrina de Juan Sin Tierra, de Inglaterra con el futuro Louis VIII de Francia tenía por objeto sellar este tratado.

En un principio debía ser su hermana mayor Urraca la elegida para el matrimonio, pero tal era la delicadeza de los asuntos entre Inglaterra y Francia, que en el invierno de 1199-1200, la ya octogenaria Leonor de Aquitania viajó a Castilla para conocer a sus nietas y elegir entre ellas a la más adecuada. Leonor eligió a Blanca, pensando que se adaptaría mejor a la corte de Francia, y acertó. El tratado de Goulet no tuvo un efecto duradero y su marido siguió reclamando el trono de Inglaterra que le había ofrecido una facción nobiliaria de este reino. Blanca apoyó a su marido en las campañas, organizando refuerzos y ocupándose del gobierno en su ausencia. Además de los problemas con Inglaterra, Francia debía hacer frente en el sur a la rebelión de los albigenses, una herejía que se había hecho fuerte en el Languedoc con el apoyo de la nobleza. Luis VIII hizo una brillante campaña para sus intereses allí, aunque no definitiva, y murió, durante su regreso, de disentería, tras solo tres años de reinado, en 1226. Es ahí cuando Blanca de Castilla realmente se reveló como una gobernante de carácter. Su regencia sobre su hijo, Luis IX, fue puesta en cuestion por la mayoría de los Grandes del Reino. Contando con el apoyo de unos pocos fieles y del pueblo de París consiguió poco a poco atraer a su causa a parte de los sublevados y sometió, finalmente en 1229, con el ejercito real al resto. Debió igualmente hacer frente a las tensiones con Inglaterra y con los albigenses. Como madre del rey eligió para el los mejores preceptores y ella misma inculcó unos valores religiosos y de respeto por la iglesia que debieron ser determinantes para el que se convirtió en el único rey de Francia en ser canonizado y que fue considerado santo incluso en vida.

En 1234, o 1235, a la edad de 20 o 21 años Luis IX fue declarado maduro para reinar, pero conservó a su madre como consejera.

En 1248 Luis partió en cruzada en contra de los consejos de su madre y esta volvió a ostentar la regencia, sangrando al reino de recursos humanos y económicos para la empresa de su hijo, pero manteniendo la paz en Francia en tiempos muy difíciles.

Blanca murió en 1252 mientras Luis seguía de cruzada, se dice que éste estuvo dos días sin hablar al saber de su muerte.

Ana de Austria (Valladolid 1601 – París 1666)

Ana de Austria, hija de Felipe III de España, ejemplifica como se mezclaba en la realeza el interés personal con el del estado. Mientras fue reina consorte de Francia bajo la regencia de María de Médici y más tarde reina consorte de pleno derecho pero sin haber dado un heredero al trono, su lealtad a Francia fue puesta en duda y con muy buenos motivos. Pero al convertirse en madre, a los 37 años, del futuro rey de Francia y alcanzar la regencia tras la muerte de su marido, formando un tándem altamente eficaz con el cardenal Mazarino, colaboró sin desmayo en el encumbramiento de Francia como superpotencia europea con la apoteosis de Luis XIV.

De ella dirá su hijo que no solo merece ser recordada como una de las mejores consortes de Francia, sino también como uno de los mejores “reyes”. Sin embargo, hasta el momento crucial de dar a luz al heredero de Francia, todo apuntaba a lo contrario.

Se casó en 1615, a los 14 años, con Luis XIII de Francia. La reina madre y regente de Francia, María de Médici, forzó la consumación del matrimonio para que no se pudiera dar pie a la anulación. Luis XIII era un joven de carácter complejo y muchos historiadores apuntan a que probablemente era homosexual, o por lo menos con un claro desinterés por las mujeres, tanto en el lecho como por su compañía. El matrimonio fue un total desencuentro y los sucesivos favoritos del rey tenían que empujar al monarca a cumplir con el elemental requisito de engendrar un heredero.

Bajo la regencia de María de Médici, Ana de Austria mantiene una pequeña corte española dentro de la corte de Francia, sigue las modas españolas y no habla bien el francés. Todo esto acabará después del golpe de estado que dará Luis XIII en 1617 contra su madre y el favorito de ésta, Concino Concini. El nuevo favorito, el duque de Luynes forzó el cambio en el entorno y las costumbres de Ana de Austria e intentó acercar a la joven pareja sin demasiado éxito. Entre las nuevas damas francesas elegidas para la reina se encontraba la duquesa de Chevreuse con la que estableció una estrecha relación que la llevará a conspirar contra el favorito de su marido e incluso a favor del regreso de María de Médici. Estas intrigas, más el llamado Asunto Buckingham, agrandado e inmortalizado por Alejandro Dumas en Los Tres Mosqueteros, ahondó la brecha en el matrimonio. En 1625 se dieron cita en Amiens enviados de la corte de Inglaterra y de Francia para celebrar la unión de Carlos I de Inglaterra con Enriqueta, hermana de Luis XIII. Ana de Austria conoció allí al duque de Buckingham, favorito de Carlos I y según los rumores, y más tarde, las memorias de varios de los presentes, hubo un encuentro amoroso entre los dos. Los rumores se esparcieron por las cortes europeas humillando a Luis XIII, quien prohibió que Buckingham volviera a pisar suelo francés.

Al morir el duque de Luynes es remplazado por Richelieu, estadista brillante, comprometido con el fortalecimiento de la monarquía y del estado frente a la nobleza y preocupado por la situación de Francia con dos frentes abiertos con los Habsburgo, al norte y al sur, y por tanto partidario de la guerra con España que finalmente declaró en 1635. Ana de Austria mantuvo ante este cambio de politica en Francia su lealtad hacia su hermano, Felipe IV de España, contraviniendo los pactos de matrimonio con una correspondencia que la comprometía. Ante los rumores y las acusaciones se abrió una investigación que acabó con la confesión de la reina, la intervención de su correspondencia y la permanente vigilancia de sus damas.

Es sorprendente, que justo en este momento de gran tensión entre los cónyuges la reina finalmente en 1638, a los 37 años y tras 23 de matrimonio, diera a luz a un heredero y a los dos años a un segundo varón.

Estos nacimientos supusieron un intenso alivio para la corona y para el estatus de Ana de Austria, aunque no mejoraron sus relaciones matrimoniales.

Richelieu murió en 1642 y con unos pocos meses de diferencia Luis XIII, en 1643. Luis XIII, en su lecho de muerte, se resistía a dejar la regencia en manos de su mujer, pero finalmente accedió después de nombrar un consejo de regencia de su confianza.

No obstante, la nueva regente, con el apoyo del Parlamento de París, consiguió cambiar el consejo de regencia a su favor, anulando el testamento de su marido y encumbrando al cardenal Mazarino como primer ministro. Louis XIII, con su testamento, había querido continuar la obra de Richelieu reforzando el poder real, mientras que el Parlamento de París, anulándolo, deseaba impedir esta concentración de poder. Grave error de cálculo. La nueva pareja en el poder, Ana de Austria y Mazarino, que a juzgar por los rumores de la época y la correspondencia entre ambos es muy probable que fueran amantes, iban a preparar, con una coordinación extraordinaria, el golpe final a la dispersión del poder. Se enfrentaron al Parlamento de París y a la alta nobleza en una serie de graves revueltas, llamadas “Les Frondes” e inculcaron en Luis XIV su obsesión por controlar todo el aparato del estado.

Al morir Mazarino en 1661, Luis XIV decidió reinar solo, sin favoritos, eligiendo personalmente a sus consejeros, apartando también a su madre del poder.

Ana de Austria murió en 1666 de un cancer de mama, uno de los primeros de los que se conoce su diagnóstico y desarrollo.

FΩRMIdea Valencia, el 17 de abril de 2018. Lire cet article en français

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