Los judíos armenios

Historia, exilio y secretos de una identidad silenciada

Por Rinaldo Tomaselli

Una presencia discreta y en retirada

Los judíos de cultura armenia conforman una presencia discreta, tanto en Turquía como en otras latitudes. En la propia Armenia, constituyen una pequeña comunidad de alrededor de un millar de personas, dispersas por diversas ciudades. Una cifra apenas superior a la de los armenios cristianos que residen en el Estado de Israel, estimados en unos 800, la mayoría en Jerusalén.

La comunidad judía en Armenia se redujo notablemente, en especial tras la ocupación de parte del territorio azerbaiyano por fuerzas armenias. Entre 1992 y 1994, más de seis mil judíos —procedentes de Armenia y de la región de Nagorno Karabaj— emigraron hacia Israel. Los empujaron el aislamiento político de su patria y una situación económica profundamente deteriorada, que hizo tambalear incluso los vínculos más antiguos.

Orígenes inciertos y migraciones antiguas

La mayoría de estos judíos no tiene raíces profundas en el suelo armenio. Se trata, en su gran parte, de judíos askenazíes germanófonos, originarios de Polonia o de antiguas repúblicas soviéticas. También están presentes comunidades de judíos mizrajíes de habla georgiana y un grupo singular: los Subbotniks, antiguos cristianos molokanes de habla rusa, convertidos al judaísmo con fervor inusual.

Dentro de los actuales límites de Turquía, los judíos de cultura armenia se asentaban naturalmente en aquellas provincias donde la presencia armenia era dominante. Sus comunidades prosperaban en casi todas las grandes ciudades orientales —Van, Bitlis, Harput, Urfa, Siirt, Mardin, Gaziantep—, y también en remotas aldeas de montaña, donde la convivencia cotidiana con armenios y kurdos impregnaba la vida judía de resonancias culturales compartidas. En esas tierras altas, donde las lenguas y las tradiciones se entrelazaban como hilos de un mismo tapiz, la identidad judía se expresaba con acentos múltiples.

No obstante, tras la Primera Guerra Mundial, esta presencia comenzó a apagarse lentamente. Entre los años 1945 y 1950, las comunidades restantes se desvanecieron casi por completo, como si la historia las hubiese barrido en silencio, dejando apenas una huella tenue en la memoria de los pueblos.

En los años 1990, se descubrieron en Armenia dos camposantos judíos de la Edad Media.

 

Entre mitos bíblicos y deportaciones asirias

Según la tradición judía, Armenia (llamada Amalek) fue conquistada bajo el reino del rey de Israel y de Judá, Saúl (1050 antes de J.C.). La tribu de Benjamín hubiera fundado el judaísmo armenio. Esta tesis no resiste al hecho histórico según el cual los armenios o proto-armenios no se instalaron en esa región sino hacia el año 600 antes de J.C.

Es más probable que estos “judíos-armenios” sean descendientes de los judíos de Judea y de Palestina que fueron desterrados hacia Alta Mesopotamia por los asirios bajo el reino de Salmanazar III (858-824). En esta región y en aquella época, no había más armenios que en la época del rey Saúl, lo verosímil es que los judíos se hayan adaptado a los nuevos inmigrantes en una época más reciente. No hay que olvidar tampoco, que los judíos de toda la región que ocupaban, una parte de Iraq, Irán, Azerbaiyán, Armenia y Turquía, han conservado su propio idioma neo-armenio, muy semejante a los dialectos arameos que practicaba la población autóctona minoritaria, llamada “asiria”. Si se encuentran unas excepciones en Irán y hasta en Daguestán, donde los judíos de abolengo hablan idiomas persas (o judíos persas) eso queda muy marginal.

Judíos kurdos y exilios compartidos

Es muy probable que la historia de los “judíos armenios” se entrelace con la de los “judíos kurdos”, cuyas comunidades florecieron durante siglos en ciudades como Arbil y Mosul. Estos últimos, empujados por las sucesivas invasiones de mongoles, selyúcidas y árabes, buscaron refugio en las regiones montañosas, donde pudieron conservar sus costumbres lejos del alcance de los imperios.

En las décadas de 1940 y 1950, cuando la situación política en el norte de Irak —el actual Kurdistán iraquí— se tornó insostenible para los judíos, la mayoría de ellos emigró hacia Israel. Pronto los siguieron los judíos kurdos de Irán, que emprendieron el mismo camino en los años cincuenta. Al éxodo se sumaron también los judíos armenios y sefardíes de Turquía, así como los mizrajíes de Antioquía, todos empujados por un mismo viento de desplazamiento, incertidumbre y búsqueda de un nuevo hogar.

Hoy, se estima que viven en Israel unos 200.000 judíos de origen kurdo. La mitad de ellos se ha asentado en Jerusalén, mientras el resto está repartido entre una treintena de localidades conocidas como “pueblos kurdos”, donde las tradiciones ancestrales aún resuenan en las canciones, en las lenguas y en la memoria de los mayores.

Leyendas de una tribu perdida

En la vasta franja que se extiende entre el Cáucaso y Mesopotamia sobreviven leyendas antiguas, susurradas de generación en generación, que hablan de poblaciones de origen judío diseminadas desde las tierras de Armenia hasta Arbil, en el actual Irak, pasando por Van, en Turquía oriental. Estas narraciones, lejos de ser meras fábulas, han recibido la atención de algunos estudiosos, como el historiador turco Avram Galante, autor de Historia de los judíos de Turquía (Isis, 1985), quien les otorgó cierto crédito. Otros investigadores, más osados, incluso se han atrevido a vincularlas con la enigmática existencia de una de las tribus perdidas de Israel.

Fotografía de la sinagoga tat de Kuba (Daguestán), hacia 1900.

Los Pacradounis: susurros del secreto

Se dice que en los alrededores de muchas de estas ciudades —como un murmullo persistente que atraviesa los siglos— existe un vecindario singular, conocido como los pacradounis, cuyos miembros habrían practicado en secreto la religión judía durante generaciones. Estas historias, cargadas de misterio y transmitidas en voz baja, han dado lugar a múltiples especulaciones.

Con cierta frecuencia y no poca grandilocuencia, la prensa turca ha aludido a estos criptojudíos, presentándolos como comunidades que contarían con miles de miembros y que ejercerían una influencia considerable sobre la economía y la política del país. Sin embargo, tales afirmaciones rara vez se han sustentado en pruebas tangibles; lo cierto es que la existencia concreta de estas redes sigue envuelta en la bruma de lo no dicho.

Uno de los nombres que suele aparecer con insistencia en estas narraciones es el de Kemaliye —la antigua Egin en turco, Agn en armenio—, en la provincia de Erzincan, donde se afirma que viviría una importante comunidad de cripto-armenio-judíos. También se menciona la presencia de pequeños núcleos pacradounis en las provincias de Van, Erzurum, Sivas y Siirt. Pero, como suele suceder con las memorias silenciadas, resulta extremadamente difícil verificar su existencia real.

No obstante, en una Turquía donde las mentalidades han comenzado a cambiar y los secretos familiares se asoman, poco a poco, a la luz del día, el mutismo persistente de los famosos pacradounis desconcierta. Quizás detrás de ese silencio se ocultan heridas antiguas, miedos heredados o simplemente el deseo de preservar, en la intimidad del hogar, una identidad que ha sobrevivido pese al tiempo y a la sombra.

Urfa: la pista criptojudía más verosímil

Sin embargo, hay excepciones conocidas que escapan al silencio general. En las provincias de Siirt y Urfa, diversas fuentes han documentado la existencia de pequeños grupos de criptojudíos cuya presencia, aunque discreta, ha resistido el paso del tiempo. En Siirt, se trataría de unas diez familias asentadas en pueblos arabófonos, cuya memoria religiosa permanece viva entre susurros y rituales íntimos.

En Urfa, antigua Edessa —ciudad de rica historia y símbolo de las encrucijadas culturales—, se habla más de Gizli Yahudiler (judíos ocultos) que de pacradounis. Una investigación realizada en 2003 por la Agencia Telegráfica Judía (JTA), con sede en Nueva York, reveló que unas diez familias celebraban en secreto las festividades del calendario hebreo. Otras fuentes elevan la cifra y mencionan entre 150 y 200 familias en la provincia.

Según esta investigación, los judíos de Urfa insisten en conservar el anonimato y han rehusado todo contacto con representantes de asociaciones judías que, desde la década de 1990, han intentado acercarse a ellos. Las autoridades de esta ciudad —que supera los 650.000 habitantes— niegan categóricamente la existencia de cualquier presencia judía, sea pública o clandestina, y afirman que su población es mayoritariamente musulmana. Pero, en una Turquía laica, donde las instituciones no ejercen competencia alguna en cuestiones religiosas ni disponen de medios para registrar la confesión de los ciudadanos, tales declaraciones carecen de fundamento verificable.

La pista criptojudía de Urfa, sin embargo, resulta verosímil. Se sabe que, cuando la comunidad judía partió hacia Israel en 1948, unas 150 familias optaron por quedarse. Es cierto que parte de ellas se asimiló por completo, integrándose en la mayoría social y abandonando sus costumbres ancestrales. Pero todo indica que otro segmento, quizás más discreto y arraigado, preservó en la sombra las tradiciones de sus antepasados, transmitiéndolas con sigilo a través de las generaciones.

 form-idea.com Estambul | ©Marina Rota

Lápida sepulcral en Tokat (Turquía) – 2017.

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2 thoughts on “Los armenios judíos

  1. JOSE CARLOS GPE. DE LA PARRA MARISCAL says:

    Me parece muy interesante, pues siempre la PERSECUCIÓN a alimentado estás tendencias por “seguridad” ocultar la identidad o abandonarla por completo antes que conservar sus RAÍCES.

  2. gerardo antonio olguin olguin says:

    excelente lectura , profesional desde todas las miradas . felicidades

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