Montreal: entre dos lenguas y dos visiones del futuro

Después de haber vivido muchos años fuera de Montreal, regreso por una breve estancia tras la muerte de un gran amigo. A mi llegada, me sorprenden los controles aeroportuarios: rápidos, informatizados y eficientes. La ciudad se muestra más rica, más dinámica y, notablemente, más anglófona que antes, aunque el francés sigue siendo la lengua oficial.

El avance del inglés

¿Cómo resistir la influencia del inglés cuando se está rodeado por un universo norteamericano que lo domina casi todo? Incluso en países como Suecia o los Países Bajos —lejanos geográficamente de América—, el inglés se ha impuesto como lengua principal en el ámbito universitario, generando preocupación entre muchos ciudadanos por la pérdida de sus lenguas maternas como vehículos de conocimiento académico.

Una ciudad cosmopolita

Montreal se ha convertido en una metrópolis cultural, conectada, moderna, joven, tolerante y segura. Es posible mostrar la propia identidad sin miedo a ser juzgado. Sin embargo, en los márgenes del discurso público, surgen inquietudes. Parte de la población comienza a preocuparse discretamente por la supervivencia de la identidad quebequense francófona y laica, en un contexto marcado por el crecimiento de las comunidades anglófonas y musulmanas.

Un conflicto silencioso

En este nuevo paisaje urbano conviven dos visiones opuestas. Por un lado, la comunidad anglófona expresa preocupación ante el nacionalismo quebequense y la posible restricción del uso del inglés. Por otro, la comunidad francófona observa con alarma cómo los jóvenes —tanto locales como inmigrantes— adoptan el inglés como lengua principal, en detrimento del francés, percibido como menos atractivo o funcional.

Aunque Quebec goza de una fuerte autonomía dentro de la federación canadiense, muchos quebequenses sienten que su cultura está en minoría frente a un Canadá mayoritariamente anglófono que promueve un modelo multicultural más integrador, pero también más uniformador.

El peso del silencio

Tanto en la comunidad francófona como en la anglófona se percibe un miedo creciente a expresar opiniones políticas sensibles. Temas como la inmigración, el nacionalismo o la laicidad son evitados en público por temor a ser tildados de xenófobos, anglofóbicos o islamófobos. En este contexto, el juicio social —no el legal— se ha convertido en la instancia más temida. Una frase mal interpretada puede arruinar una carrera.

Montreal ya no es barata

Más allá de las tensiones identitarias, la ciudad enfrenta un problema más concreto: el costo de vida. Montreal, antaño una ciudad asequible, ya no lo es. Comer en un restaurante por menos de 50 dólares es casi imposible. La propina, incluso, se calcula sobre el precio final con impuestos incluidos.

La escasez de viviendas se agrava. Con un plan federal para acoger a 500.000 inmigrantes al año hasta alcanzar los 100 millones de habitantes en 2100, no parece haber soluciones inmediatas para contener los precios en Montreal, Toronto y Vancouver, los tres principales polos de atracción migratoria del país.

Un contraste con Francia

Pese a estos desafíos, Montreal sigue ofreciendo una calidad de vida envidiable. Muchos se sorprenden aquí de la ira social que reina en Francia por cuestiones como el aumento de la edad de jubilación o las revueltas suburbanas. Visto desde Quebec, Francia parece un país crispado, al borde del colapso social. Montreal, en cambio, conserva un aire pacífico. Un remanso en el que, al menos por ahora, el futuro aún parece esperanzador.

Calle en el centro de Montreal – Crédito de la foto: Pierre Scordia
Le Plateau, barrio de Montreal | Credito de la foto : Pierre Scordia

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