Aventureras Insólitas: La Monja Alférez e Inés de Suárez
Auteur: Claudio Sales Palmero
Nada en la posición social de estas dos mujeres hubiera hecho pensar que pasarían a la historia, pero su afán aventurero, determinación y lo rocambolesco de sus vidas ha conseguido cautivar la imaginación de la gente a través de los siglos.
La Monja Alférez
Catalina Erauso y Pérez Galarraga, La Monja Alférez (San Sebastián, 1585 - Cotaxtla, Nueva España, 1650?)
Catalina nació en una familia acomodada de San Sebastián, su padre tuvo un importante puesto militar en Las Vascongadas durante el reinado de Felipe III. Siendo una niña entró en un convento, donde su tía era priora, para su educación. Su carácter indómito hizo que la trasladaran a otro convento con reglas más estrictas y a los 15 años se confeccionó ropa de hombre, robó las llaves del convento y se fugó. Ahí empieza la insólita vida aventurera de Catalina Erauso.
Tras las vicisitudes de la primera fuga, comiendo lo que podía del campo, hizo una parada de 3 meses en casa de un pariente catedrático en Vitoria, que no la reconoció y, sin embargo, le ofreció alojamiento. Del pariente aprendió algo de latín pero tuvo que salir huyendo después de un abuso sexual. Partió hacia Valladolid, donde encontró un empleo en la corte como paje, vestida de hombre. Al enterarse de la llegada de su padre a la corte, tuvo que ponerse en ruta de nuevo, esta vez a Bilbao, sin suerte, pues se vió envuelta en una pelea con unos jóvenes y golpeó a uno con una piedra, teniendo que guardar carcel hasta la curación del herido. Luego marchó a Estella donde sirvió a un gran señor que le dió buen trato y vestido, aunque al año abandonó el puesto, prefiriendo seguir su aventura, según ella escribió “me fui sin más motivo que mi gusto”. Al poco conoció un capitán que la llevó a Sevilla y de ahí pasó a Sanlucar de Barrameda, para enrolarse como grumete en un navío de Indias, siempre ocultando su sexo.
Al llegar a las costas de Venezuela vivió un enfrentamiento con una flotilla pirata holandesa a la que vencieron. En Cartagena de Indias embarcaron la plata con la que debían volver a España pero Catalina en un altercado disparó a un tripulante y le robó, dándose a la fuga esta vez por tierras americanas. En Panamá conoció a Juan de Urquiza, un comerciante que le dio trabajo y protección. Se vio una vez más envuelta en una pelea, rajándole la cara a un joven y para poder sacarla de prisión su protector le propuso casarse con una de sus criadas a lo que Catalina se negó para no ser descubierta.
Su protector le montó una tienda en Trujillo, pero el joven al que había herido se presentó allí acompañado de un amigo para retarla. En la lucha Catalina mató al amigo. De nuevo se vio en la cárcel y de nuevo salió gracias a su protector, que le dió una carta de recomendación para un rico comerciante y la envió a Lima. Allí entró a trabajar en una tienda de la que fue despedida por propasarse con una de de las empleadas que era familia del dueño. Después de esto se alistó en 1619 en una de las compañías que iban a partir en campaña a Chile.
Destacó como soldado en las guerras contra los mapuches, haciendo gran carnicería entre los indios. Alcanzó el grado de alférez y hasta ganó una batalla sustituyendo a su capitán herido. Sin embargo, fue su crueldad hacia los indios la que le impidió ascender. Esto le creó un gran resentimiento entregándose al saqueo, quemando campos e incluso llegó a asesinar a su propio hermano, que estaba luchando en la misma guerra y tampoco le había reconocido. Por estos desmanes volvió a ser encerrada varias veces. Cruzando los Andes marchó a Argentina, donde se prometió en matrimonio a dos muchachas con las que no se casó, quedándose con sus regalos.
Retomó su vida militar en guerras contra los indios y volvió a cometer crímenes que esta vez conllevaban pena de muerte, pero Catalina siempre encontraba una escapatoria.
En 1623, fue detenida una vez más en Huamanga, Perú, y sin ver otra salida pidió ayuda al obispo confesándole que era una mujer y que había estado en un convento. El obispo la salvó y la envió a España, donde fue recibida en audiencia por el rey Felipe IV que le confirmó su grado militar y la apodó “la monja alférez” . Su historia circuló por Europa y Catalina consiguió también audiencia en Roma con el papa Urbano VIII, autorizándole éste a seguir vistiendo de hombre.
Catalina murió en América, donde había regresado en 1630 y establecido un negocio de transporte de mercancías entre Ciudad de México y Veracruz.
Inés de Suárez
Inés de Suárez (Plasencia, España, 1507 - Santiago, Chile, 1580)
Inés de Suarez nació en una familia del pueblo llano, en Plasencia. Su madre le enseñó el oficio de costurera, una situación que, de no haber sido por su espíritu de aventura hubiera acabado por sumarle al océano de vidas anónimas del pueblo.
A los 19 años conoció a su primer marido, Juan de Málaga y años más tarde consiguieron casarse. En 1528, sin embargo, su marido decidió embarcarse para buscar fortuna en América. Inés quedó esperando y no recibía noticias de él. En la época las mujeres no podían embarcarse solas hacia las Indias, a no ser que fueran llamadas por sus maridos, pero Inés decidió partir en busca del suyo tras obtener un permiso del rey.
Sus indagaciones por tierras americanas la llevaron a saber que su esposo había muerto en la batalla de Las Salinas. Como viuda de soldado consiguió una pequeña encomienda en Cuzco y en esta ciudad conoció a Pedro de Valdivia, el futuro expedicionario conquistador de Chile, que entonces era maestre de campo de Francisco Pizarro, conquistador del Perú. Su amistad con Pedro de Valdivia derivó en una relación de concubinato, pues Valdivia tenía esposa en España.
Pedro de Valdivia, no queriendo vivir a la sombra de Pizarro, decidió lanzar una expedición a Chile. Para ello partió con once españoles y mil indios, pero antes de partir viajaron él e Inés a Lima con el fin de conseguir un permiso de Pizarro para que Inés pudiera unirse a la expedición. Se les concedió el permiso, pero Inés debía viajar en calidad de sirvienta, para evitar la oposición de la iglesia.
El cuerpo expedicionario partió en 1540 y tardó 11 meses de dura travesía por la ruta del desierto de Atacama en llegar a las tierras fértiles del río Mapocho, donde decidieron establecer el asentamiento de Santiago, que sería capital del nuevo territorio. Durante el viaje Inés cuidó de enfermos y heridos, abortó un intento de sublevación contra Valdivia y al parecer, gracias a un don para encontrar aguas subterráneas, fue vital para la supervivencia de la aventura.
El nuevo asentamiento se topó con la natural resistencia de los indios mapuches, que tras crudos enfrentamientos consiguieron sitiar a los conquistadores tras las empalizadas de su nueva capital y ponerles en una situación desesperada. Los españoles habían capturado siete caciques mapuches que mantenían como rehenes debatiéndose entre si sería mejor entregarlos para apaciguar a los indios o conservarlos como salvaguarda. Inés propuso entonces que ni una cosa ni la otra, que se les debía dar muerte para amedrentar a los sitiadores. Viendo la flaqueza de los hombres ante tal propuesta, Inés cogió una espada y los mató ella misma, haciendo lanzar las cabezas de los caciques por encima de la empalizada entre los atacantes, causándoles tal consternación, que los españoles aprovecharon el momento para hacer una salida y ponerles en fuga. Este acto de crueldad supuso la continuidad del asentamiento.
Tras diez años de concubinato con Valdivia, éste, que había despertado envidias por su éxito en Chile y sus enemigos no viendo otra manera de atacarle, fue denunciado por mantener relaciones extramaritales. Valdivia fue absuelto a condición de que dejara a Inés e hiciera llamar a su mujer de España. Inés, por su parte, fue entregada en matrimonio a Rodrigo de Quiroga, que llegaría a ser gobernador de las nuevas tierras.
Tras su matrimonio Inés de Suárez llevó una vida tranquila, dedicándose a la fundación de edificios y al afianzamiento de Santiago como capital. Fue una figura fundamental de los primeros 40 años de la historia del Chile colonial.
FΩRMIdea Valencia, el 21 de marzo de 2018. Lire cet article en français
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Interesante entrada. Catalina de Erauso fue uno de esos personajes increíbles en una época difícil. Pero con tesón y carácter fue capaz de sobrevivir y salir adelante. ¿Qué te parece la versión de TVE sobre Inés de Suárez? Personalmente deja un poco que desear.