María de Pacheco y la Princesa de Éboli, conspiradoras de altas esferas
Dos mujeres que tentaron el azar apostando fuerte... y perdieron.
Autor: Claudio Sales Palmero
La Princesa de Éboli
Ana de Mendoza, duquesa de Francavilla y princesa de Mélito, princesa consorte de Éboli (Cifuentes 1540 - Pastrana 1592)
Ana de Mendoza, más conocida por su título de consorte, princesa de Éboli, ha sido, por su evidente belleza, a pesar del misterioso parche que llevaba sobre el ojo derecho, sus altivos enfrentamientos con Teresa de Ávila, su vida final en la corte salpicada de intrigas que acabó con su encierro de por vida en su palacio de Pastrana, uno de los personajes más novelados de la historia de España.
Sobre el motivo de llevar el parche ha habido mucho debate, pero nada que lo justifique en los documentos de la época. Así pues se ha dicho tanto que fué a causa de un accidente de esgrima como que era para ocultar su estrabismo.
Ana pertenecía a la muy poderosa casa de Mendoza y por consejo de Felipe II se casó con uno de sus favoritos y amigo de infancia, Rui Gómez de Silva, un noble portugués de poco rango al que el rey quería encumbrar. Y así fue, el matrimonio se convirtió en uno de los más influyentes de la corte. Rui Gómez de Silva recibió el título de príncipe de Éboli y encabezó la facción de los ebolistas, partidarios de la paz en Flandes a través de pactos, frente a los albistas del duque de Alba, partidarios del sometimiento de los rebeldes por la fuerza. Sin embargo, los ebolistas deseaban la guerra con Inglaterra y los albistas la paz.
A la princesa se le atribuyeron amores con Felipe II, debido a la extraña relación que el monarca mantuvo con ella, unas veces protector y otras comportándose con la crueldad de un amante despechado, pero siempre procurando el avance de los hijos de la princesa, incluso cuando ésta ya se hallaba encerrada, despojada de su tutela y de la administración de sus propiedades. Sin embargo otros historiadores lo niegan alegando que el rey estaba muy enamorado de su mujer, Isabel de Valois.
Al morir su marido en 1573, Ana decidió ingresar en uno de los conventos de las Carmelitas Descalzas de su fundación en Pastrana. Ya durante su construcción tuvo duros enfrentamientos con Teresa de Ávila, intentando imponer sus criterios a los de Teresa, haciendo necesaria la intervención de su marido para alcanzar una tregua entre las dos.
En un principio se intentó hacerle seguir la regla de la orden, pero la princesa decidió mudarse a una casa en el jardín del convento donde podía hacer una vida mundana, rodeada de sus doncellas, haciendo uso de sus vestidos y joyas, y saliendo del convento a su voluntad.
Ante esto, Teresa ordenó como protesta el traslado de las monjas a Segovia dejando a la princesa sola con sus doncellas. Tras este incidente, a pesar de los consejos del rey de que se quedara en Pastrana, Ana de Mendoza se mudó a la corte y presentó ante la inquisición la autobiografía de Teresa de Ávila que puso a la religiosa en aprietos con esta institución.
En la corte estableció una estrecha relación, probablemente eran amantes, con Antonio Pérez, secretario del rey y responsable de los asuntos atlánticos, de las relaciones con Inglaterra, Flandes y Francia, así como nueva cabeza de la facción ebolista. Ana de Mendoza se vió envuelta en intrigas de las que precisamente por su gravedad, afectando a secretos de estado y a la reputación del rey, quedan pocos documentos para poder verificarlas. El hecho es que en 1579 Antonio Perez fue detenido y la princesa al día siguiente, y Ana pasó el resto de sus días en reclusión. Entre las acusaciones que se desprenden de los documentos de la época esta el tráfico de secretos gubernamentales para enriquecimiento propio, fomentar la desconfianza del rey a hacia su hermanastro, Juan de Austria, entonces gobernador de Flandes, y conspiración contra las aspiraciones del rey al trono de Portugal. El asunto que finalmente suscitó la ira del rey fue el sentirse manipulado en su relación con Juan de Austria. Antonio Pérez y Ana de Mendoza llegaron a ordenar el asesinato de Juan de Escobedo, secretario de Juan de Austria, según parece porque sabía de sus intrigas. El rey, sin embargo, protegió entonces a Antonio Pérez y hay historiadores que apuntan a la connivencia real en el crimen. En cambio, cuando en 1579 murió Juan de Austria y su cuerpo y su correspondencia privada llegaron a Madrid, el rey ordenó la detención de los conspiradores y la destrucción de la correspondencia privada de Juan de Austria, que al parecer mostraba su fidelidad al rey.
Antonio Pérez consiguió huir y murió en París en la pobreza. Ana de Mendoza acabó recluida de por vida en su palacio de Pastrana, donde dice la leyenda que solo podía asomarse a la ventana una hora al día.
María Pacheco
María López de Mendoza y Pacheco, María Pacheco (Granada, 1497-Oporto, 1531)
María López de Mendoza y Pacheco, que en vida adoptó el nombre de su madre, para distinguirse de sus hermanas, haciéndose llamar María Pacheco, es también conocida como “el último comunero”. Protagonista ineludible de la Sublevación de las Comunidades de Castilla, cuando primero las élites y luego las ciudades de Castilla se levantaron contra Carlos I.
Nació en Granada, donde su padre, Íñigo López de Mendoza y Quiñones era el alcaide de la Alhambra. Recibió una educación esmerada, tenía buenos conocimientos de latín, griego, matemáticas y poesía.
En 1511, con catorce años, se casó con Juan Padilla, noble de rango inferior al suyo, que heredó de su padre el cargo de Capitán de Gentes de Armas de Toledo y en 1518 se establecieron en esa ciudad.
En 1516 murió Fernando el Católico y estando Juana I de Castilla invalidada como reina por su “locura” , el hijo de ésta, Carlos I, fue proclamado rey de Castilla y Aragón. El nuevo rey, nacido y criado en Flandes, llegó a las cortes de Valladolid en 1518, hablando poco español y rodeado de nobles flamencos que levantaron los recelos de las élites castellanas.
El detonante de la sublevación fue un alza de impuestos en 1520 coincidiendo con las aspiraciones de Carlos I a trono del Sacro Imperio.
María Pacheco apoyó, e incuso es posible que indujera a Juan Padilla a unirse a la sublevación. Los comuneros se hicieron fuertes en las principales ciudades de Castilla e intentaron expandir la insurrección por todo el reino.
Mientras Juan Padilla estaba en campaña, María Pacheco ejercía el poder en Toledo, primero sola y luego compartiéndolo con el obispo Acuña de Zamora.
En 1521, en la batalla de Villalar, se imponen finalmente los realistas y los líderes comuneros, Juan Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado son decapitados.
Al recibir la noticia, el obispo huye, pero Ana Pacheco decide resistir en Toledo. Ordena artillar la ciudad y el alcázar, requisa plata de la catedral y vende sus joyas para mantener a la guarnición y se prepara para el asedio de los realistas, manteniendo con mano de hierro el orden en la ciudad.
Una rebelión en Navarra hizo que el asalto a Toledo se retrasara, y la ciudad quedó en tensa espera durante nueve meses.
Pero el asedio finalmente tuvo lugar y tras dos meses la ciudad capituló, aunque con un acuerdo ventajoso para los asediados, que mantuvieron las armas y el poder en la ciudad. María Pacheco, sin embargo, instigó una nueva sublevación, tomando el alcázar y liberando a los comuneros presos. Las tropas realistas ahogaron la rebelión al día siguiente y María Pacheco tuvo que huir a Portugal.
Tal fue la magnitud de la sublevación comunera que en 1522 se tuvo que declarar un perdón general. Pero María Pacheco fue excluida y murió en el exilio.
FΩRMIdea Valencia, el 29 de marzo de 2018. Lire cet article en français
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