Mujeres en la historia de España

Autor: Claudio Sales Palmero

En esta serie quiero mostrar algunas de las mujeres que entraron en la historia de España por derecho propio. No por ser las madres, esposas o hijas de... sino porque sus actos y sus obras les ganaron una posición en la memoria colectiva. Algunas, es cierto, por ser las madres, esposas o hijas de... ya tenían ese puesto asegurado, como es el caso de reinas, princesas y mujeres de grandes linajes, pero las que trataremos aquí de ese grupo son las que destacaron ocupando esos puestos, sobre hombres y otras mujeres de su rango.

Este no es un listado de mujeres ejemplares, son mujeres de carne y hueso con virtudes y defectos, controvertidas en muchos casos, pero todas determinadas a superar las muchas trabas sociales para hacer lo que deseaban. Salvo en algunos casos a finales del siglo XIX no podemos hablar de mujeres feministas, sino más bien de mujeres que, de manera individual, no se resignaban a las restricciones de las sociedades que les tocó vivir. Y tan bien lo hicieron, que sus vidas se siguen recordando. Sin embargo algunas de ellas podrían inscribirse en el protofeminismo de La Querella de las Damas, un debate abierto por la poetisa Christine de Pizan a principios del siglo XV, autora del libro La Ciudad de las Damas, donde defendía a las mujeres de la misoginia de su tiempo, argumentando a través de ficticias entrevistas con grandes mujeres de la historia, que la supuesta inferioridad femenina no era por causas naturales, sino por el difícil acceso de la mujer a la educación. Es interesante  que Isabel I de castilla tuviera en su biblioteca una copia en francés de La Ciudad de las Damas.

La selección de mujeres de la historia de España que comprende esta serie comienza en el siglo XII con la indómita Urraca I de León y acaba con las tres grandes gallegas del siglo XIX, Rosalía de Castro, Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán. He querido terminar ahí porque a partir de ese momento el número de mujeres que entran en la historia se multiplica, una vez el feminismo toma forma y más mujeres tienen acceso a la educación.

En este primer grupo de mujeres de la entrega de hoy mi intención es mostrar la variedad de retos y campos donde destacaron, adelantándose a su tiempo y ejerciendo su trabajo de manera sobresaliente. Empezamos con Urraca I de León, primera reina titular de los reinos de la Península Ibérica, que se negó a ser tutelada, ejerciendo ella el poder, aunque esto le supuso estar guerreando toda su vida, a menudo al frente de sus tropas. La segunda es Beatriz Galindo, erudita, dama de compañía, profesora de latín y consejera de la reina Isabel I de Castilla. Para terminar, Luisa Roldan, escultora, consiguió ser la escultora de cámara del rey Carlos II; un hito que ninguna otra mujer, ni antes, ni después, llegó a conseguir.

En las siguientes entregas los personajes estarán agrupados por los campos en que destacaron más que por épocas. Reinas y princesas, mecenas, escritoras, aventureras, cortesanas, heroínas y grandes consortes.

Urraca I de León  (1081 – 1126)

Reina de León y Castilla entre 1109 y 1126

Urraca es la primera reina propietaria de los reinos de la Península Ibérica. Fue reina de León y Castilla, cuando León todavía era el más poderoso de esos dos reinos y su reinado se inscribe en el segundo intento de unificarlos. 

Llegó al poder por falta de heredero varón. Su padre Alfonso VI, a pesar de sus cinco matrimonios legales, no consiguió un heredero varón legítimo, llegando a proponer para su sucesión al hijo ilegítimo que tuvo con su concubina, la mora Zaida, pero este murió a los 15 años.

Alfonso se decantó pues por presentar a su hija, a lo que accedió la nobleza a condición de que se la casara inmediatamente en segundas nupcias, ya que acababa de enviudar de su primer matrimonio con Raimundo de Borgoña. Como marido eligió su padre, contra la voluntad de Urraca, al rey de Aragón, Alfonso I el Batallador y se celebraron las nupcias en 1109. Este matrimonio, de haber sido fructuoso, podría haber supuesto la unión de los reinos cristianos de la península. Pero no fue así. Alfonso intentó ejercer el poder en los reinos de Urraca, como le permitía el tratado matrimonial, pero ésta nunca dudó en ponerse de parte de los enemigos de su marido. Convirtiendo el matrimonio en una sucesión de guerras internas entre diferentes facciones. Finalmente se consiguió la nulidad del matrimonio en 1114, a petición de la facción de Urraca, aunque fue Alfonso quien harto la repudió, sin haber conseguido descendencia. La base de la nulidad fue la consanguinidad, eran primos segundos.

No fue una gran reina, si por esto se entiende que trajo estabilidad y prosperidad a sus reinos, todo lo contrario, su reinado fue un continuo batallar, contra su marido, nobles y ciudades rebeldes y los almorávides. Pero la grandeza de Urraca es totalmente personal. Hizo valer su derecho a ejercer el gobierno sin tutela y lo hizo como cualquier rey de su tiempo, con amantes, hijos ilegítimos y disponiendo de sus tierras como una propiedad. Ya en vida se le llamó “la temeraria” y así ha pasado a la historia. Siempre combativa y dispuesta a defender lo suyo, con episodios de una bravura fuera de lo común, como cuando el pueblo de Santiago de Compostela la sitió en 1115, junto al obispo de la ciudad Diego Gelmírez en la catedral en construcción. El obispo huyó disfrazado por los tejados, pero Urraca permaneció allí confrontando a los sublevados, que la prendieron, maltrataron y humillaron, lanzándole piedras y desperdicios y despojándola de sus ropas. En esa situación, Urraca consiguió aplacarles haciéndoles promesas de mejora de gobierno. Una vez liberada, reunió sus tropas y marchó sobre la ciudad, que redujo con una dura represión incumpliendo todas sus promesas.

Tras la nulidad de su matrimonio las guerras internas del reino continuaron. Urraca murió a los 44 años en 1126, según las crónicas, de parto, en el castillo de Saldaña. Le sucedió su hijo Alfonso, fruto de su primer matrimonio, como Alfonso VII de León y Castilla.

Beatriz Galindo

Beatriz Galindo, la Latina (Salamanca 1465 - Madrid 1534)

Beatriz Galindo nació en el seno de una familia hidalga venida a menos. Sus padres reconocieron en ella una aguda inteligencia y la encomendaron para la vida eclesiástica, haciéndola entrar para estudiar gramática en las academias dependientes de la Universidad de Salamanca, donde demostró unas aptitudes excepcionales para el latín. A los 16 años traducía a los clásicos y escribía y hablaba esta lengua con tal corrección y fluidez que causaba asombro a sus coetáneos y su fama se extendió por el reino, recibiendo el sobrenombre de la Latina.

En 1486, cuando contaba con 21 años y ya estaba a punto de entrar en el convento, la reina Isabel I la hizo llamar para que instruyera en la lengua latina a las damas de la corte, y para dar ejemplo, la propia reina, que no había recibido instrucción en esta lengua, asistió a las clases. 

También se ocupó de la educación de las infantas, las futuras reinas Juana de Castilla, Isabel y María de Portugal y Catalina, reina de Inglaterra, haciendo de ellas cuatro mujeres excepcionalmente formadas para su época.

Isabel I y Beatriz galindo establecieron una relación de amistad y la reina tuvo en muy alta estima su consejo.

La llamada a la corte supuso el fin de sus aspiraciones al convento y en 1495 la reina la casó con un oficial artillero, Francisco Ramírez de Madrid, quien se había destacado en la toma de Granada, dotándola con la fabulosa suma de 500.000 maravedíes. Con esta unión Isabel reforzaba el círculo de personas afines en un tiempo de reformas, en donde era de gran importancia fortalecer una nobleza media fiel a los nuevos cambios, frente a las grandes familias tradicionales.

Al enviudar Beatriz en 1501, quiso apartarse de la corte, pero la reina la retuvo y no fue hasta la muerte de esta última en 1504 cuando se retiró al palacio de Viana en Madrid. En su retiro prosiguió la obra religiosa y social por la que ella y la reina habían compartido un gran interés, la fundación de instituciones hospitalarias y conventuales dedicadas a la protección de mujeres desvalidas.

Fue una gran humanista, respetada unánimemente por sus compañeros de letras y por sus discípulos.

Luisa Roldán

Luisa Roldán (Sevilla 1652 - Madrid 1706)

Luisa Roldan es una excepción en el arte español y europeo. No hay constancia más que de otra escultora, la italiana Properzia de Rossi, del siglo XVI, en toda Europa antes del siglo XIX. 

Es un gran logro que su trabajo fuera reconocido en vida  por sus contemporáneos. El pintor Palomino declaró que su obra era de tanta calidad como la de su padre, el próspero escultor sevillano Pedro Roldan y tanto es así que llegó a ser escultora de cámara de Carlos II y Felipe V. 

Aprendió el oficio en el taller de su padre, donde todos los hijos e hijas trabajaban. Luisa destacó pronto entre sus hermanos y hermanas que se dedicaban a las tareas de policromado y dorado, mientras que ella dio el salto a las gubias mostrando gran destreza tanto en la ejecución como en el diseño, pasando a ser estrecha colaboradora de su padre.

A los 19 años quiso casarse con el aprendiz de escultor Luis Antonio Navarro de los Arcos, a lo que su padre se negó. Pero Luisa llevó el caso a los tribunales y lo ganó.

El joven matrimonio estableció su propio taller en Sevilla, siendo ella la ejecutora principal de la obra y él el firmante de los contratos. Las relaciones con su padre debieron mejorar porque hay constancia de algunas colaboraciones.

Su obra se enmarca en la imaginería religiosa, en un momento en que el arte pretendía humanizar las figuras de culto, dándoles más expresividad y movimiento. Sus figuras se caracterizan por un refinamiento y una cierta dulzura que las hicieron muy apreciadas, al igual que una personalidad en las caras que ha hecho pensar en que éstas fueran retratos de gente de su entorno.

De Sevilla, el matrimonio se mudó a Cádiz, y de ahí viajaron a la corte en Madrid, ya con la esperanza de que Luisa entrara al servicio del rey como escultora de cámara. Luisa Roldán tenía aspiraciones de reconocimiento artístico y económico. En 1692 fue por fin nombrada escultora de cámara del rey y con ese título empezó a firmar sus obras. Sin embargo su fama y reconocimiento artístico, y a pesar de la cantidad de pedidos, no se tradujo en los beneficios económicos esperados. El imperio español estaba en plena decadencia e incluso la Casa del Rey pagaba mal y tarde.

Luisa escribió numerosas cartas a Palacio, pidiendo ayuda básica, un alojamiento y manutención, quejándose de no poder mantener a su familia. Mientras tanto el negocio de su padre seguía prosperando en Sevilla. No han transcendido los motivos por los que Luisa no volvió a Sevilla si fue, por preferir el reconocimiento oficial al económico o por motivos de desavenencias familiares. Su matrimonio fue difícil y su marido no llegó a despuntar en su oficio.

Al morir Carlos II en 1700, Luisa volvió a enviar una petición para ser escultora de cámara al nuevo rey Felipe V y éste se la concedió. Luisa Roldán murió en 1706 ostentando el cargo de escultora de cámara. Siendo la primera y última mujer en conseguirlo.

FΩRMIdea Valencia, el 2 de marzo de 2018.  Lire cet article en français

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